Entrevista al profesor Juan N. Peña Martínez 

Doctor Alejandro Arvelo

Hoy tenemos en El Archivo de la Voz, uno de los programas de la gestión del maestro Eulogio Silverio frente a la Escuela de Filosofía de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), a un digno referente del ámbito académico de la generación de los 80 en el área de la filosofía, el profesor Juan N. Peña Martínez.

Es uno de esos profesores que son ellos mismos un evangelio, un vivo ejemplo de lo que es un académico dedicado a la labor de esparcimiento de la semilla del pensar filosófico, no sólo en la sede central, sino en los diversos centros.

El profesor Peña Martínez es egresado en Educación, con concentración en Didáctica y Administración de Centros Académicos. También, cursó, hasta el momento de la presentación de la tesis o tesina, la maestría en Metodología y Epistemología, que ofrece la Escuela de Filosofía. Definitivamente, es un genuino representante de esa generación de los 80, de ese brazo filosófico en el ámbito estrictamente docente.

Bienvenido, profesor, a este encuentro.

Juan N. Peña Martínez

Muchísimas gracias. Para mí es un honor participar junto a la Escuela y este equipo, compartiendo mis experiencias en la labor educativa y, sobre todo, en nuestra querida UASD.

Doctor Alejandro Arvelo

Como usted sabe, la idea del profesor Silverio es legar a la posteridad el perfil ideal de nuestros académicos más destacados, de manera que conste que, como él ha dicho en más de una ocasión, es una Escuela que puede mostrar músculos por la preparación, la dedicación y la seriedad con que se asume la labor docente en esta institución. Pero quisiéramos, aun a riesgo de caer en un pleonasmo, comenzar por el principio. Nosotros lo sabemos, pero ¿quién es el profesor Juan Peña Martínez? ¿Quiénes son sus padres? ¿Cómo fue su vecindario, cómo fue su niñez? ¿Cuáles profesores y profesoras incidieron en usted para que tuviera esta particular vocación de inclinarse por los estudios humanísticos, específicamente filosóficos, en los cursos preuniversitarios?

Juan N. Peña Martínez

Pues bien, soy nativo de Puerto Plata; nací en Navas, Guananico; y a temprana edad mis padres tuvieron que trasladarse de dicha comunidad a la ciudad de Puerto Plata, porque no tenían arraigo, terreno, vivienda, y, como hace toda familia inquieta que busca un porvenir para ellos y sus hijos, se mudaron allá. Ahí comencé mi educación primaria, simplemente nací en Navas, ya a los cuatro años estaba en la urbe. Estudié en la Escuela Básica Andrés Brugal, de la antigua vía férrea de Puerto Plata; allí hice hasta el quinto curso. El sexto grado de la educación primaria lo completé en la Escuela Virginia Elena Ortea; y la educación secundaria en el Liceo José Dubeau, también de Puerto Plata.

En la Escuela Virginia Elena Ortea me marcó una profesora de Ciencias Sociales, a quien imitaba en sus rasgos de las letras, y ahí me inspiró bastante. Pero luego, igual en el bachillerato, tuve un maestro del área de Ciencias Sociales que me motivó considerablemente, al extremo de que con él llegué a preparar toda mi documentación, incluso, me sometí a exámenes médicos. Él era miembro del Partido Comunista Dominicano de la época y, en coordinación con el Partido Comunista Ruso, había un programa donde los jóvenes con inquietudes que ellos detectaban, podían, mediante acuerdo, ser enviados a estudiar a esa nación. Me quedé con todo preparado, porque mi madre, al escuchar que el gobierno de Balaguer no permitía que entraran al país los estudiantes graduados en el extranjero, señaló: «No, yo puedo verte convertido en un profesional formado en Rusia, pero no que entonces no puedas vivir en el país y que no me permitan verte». Dejamos eso hasta ahí y decidí no irme a Rusia.

Luego, hecho el bachillerato, lo que hice fue mudarme a Santo Domingo, que visité por primera vez cuando vine a la UASD. Es decir, que no la conocía para nada. Esa primera semana de inscripción en la UASD fue totalmente un desafío para mi vida y para mi ser.

Doctor Alejandro Arvelo

Es evidente que las madres ejercen un peso específico en las decisiones fundamentales de los hijos, quizás específicamente en los varones. En su caso, ¿de dónde proviene esa vena, esa fascinación por este tipo de estudios? ¿Quién pesa más: la escuela, mamá, papá, el ambiente, el vecindario? ¿No le parece una decisión extraña para un joven de Navas, criado en Puerto Plata, estudiar filosofía en un tiempo como principios de los 80, finales de los 70? ¿Usted ingresa a finales de los 70 y principios de los 80, no es así?

Juan N. Peña Martínez

Soy matrícula 77. Me inscribí en la universidad en el 76, pero el semestre comenzó en enero del 77. Cuando llené mis papeles, coloqué ingeniería electromecánica, pero cursando el ciclo básico, me correspondió tomar Introducción a la Filosofía con el maestro Plutarco Sención. Bueno, imagínese ya dentro del desarrollo de la asignatura, con los soportes de los textos y los documentos, la euforia del socialismo, las ideas de Marx, el “Libro Rojo”, la orientación pedagógica del momento y la obra de Marta Harnecker: “Los conceptos elementales del materialismo histórico”.

Cuando me encontré con esa obra, que nos asignó el profesor Sención, y vi el tema de la conciencia, comencé a verme a mí mismo como un producto del contexto, del ambiente; y que arrastraba una carga y una concepción que era la del entorno. Dije: «No, debo generar y crear mi autorreflexión, mi propia visión del mundo, de la naturaleza, del ser humano». Y a partir de ahí, y se lo agradezco al recordado Sención, porque él despertó en mí esa intranquilidad, esa búsqueda de lo que era la recuperación del ser humano propio y autónomo. Nada, decidí: «Voy a estudiar filosofía y no ingeniería electromecánica», y cambié de opinión. Opinión que me costó, porque, cuando veníamos de Puerto Plata a Santo Domingo, en el autobús comenzaba un compañero a fastidiar: «Yo estudio Medicina»; y otro: «Yo Economía»; otro más: «Arquitectura». Y volvía el afrentoso, como conocemos muchos, que preguntaba: «¿Y Juan qué estudia? ¿De qué vas a vivir, Juan?» Y yo, calladito, atrás, ya que siempre he sido un poco introvertido, respondía: «Estudio filosofía y el tiempo dirá de qué viviré». Y así continué en mi carrera, amándola, queriéndola,  defendiéndola.

Esto también me hizo luego ser parte de algunos organismos de la institución, como el Cogobierno de la Escuela. Ahí recuerdo bastante bien a la maestra Lusitania Martínez, con quien tenía que compartir, yo como delegado estudiantil y ella como directora de la Escuela. Pero había un alumno inquieto, Julio Peker, quien formaba parte del Consejo Directivo de la Escuela, era la voz disidente y llevaba la contraria a todo lo que se planteaba. Peker fue muy preocupado, lo llegué a querer muchísimo.

Doctor Alejandro Arvelo

¿Ha perdido contacto con esos amigos y colegas de esa época?

Juan N. Peña Martínez

Con Peker sí he perdido contacto, no he podido volver a verlo. Recuerdo que mencionaba mucho a un hijo que tenía pequeñito, Pancho, y que, dentro de los arrebatos de las discusiones, repetía: «Ven, Pancho, que tú vas a ser quien te vengue de lo que me hacen aquí en la Escuela». Era tremendo. También, me viene a la memoria Darío Genao, con quien trabajamos la fundación de la Federación de Asociaciones de la Facultad de Humanidades (UNAF), que presidió por primera vez Luis de León; y si la memoria no me traiciona, igualmente eran parte de ella Luisa Balbuena y Termal Veloz, junto con otros compañeros que éramos parte de esa primera directiva de la UNAF.

Doctor Alejandro Arvelo

Y si nos retrotraemos a ese momento en el que le cuestionaban: «¿Y de qué va a vivir Juan? Estudia filosofía, pero ¿de qué vas a vivir?» Inquietud permanente en el tiempo, todavía hoy mucha gente se lo pregunta; y yo quisiera servir de vocero frente a usted: ¿Se puede vivir de una carrera como la filosofía? ¿Se puede o se pasa hambre?

Juan N. Peña Martínez

No, no, se puede vivir, y muy bien. Incluso, la carrera de filosofía también me habilitó en función de las relaciones, antes de ingresar a la Escuela trabajaba ya en el Ministerio de Educación, y cuando compartía que estudiaba filosofía, las demás personas me trataban con valoración, consideración y respeto, hasta cierto punto por la carrera, lo que indica que la filosofía fue una puerta de entrada a la educación, que también desempeñé luego, compartiendo ambas actividades: la del Ministerio de Educación con la de Escuela de Filosofía. Comencé a laborar como docente en las dos instituciones simultáneamente. El ingreso que percibía y percibo es equivalente al de cualquier profesional de cualquier área.

Cuando le digo a un estudiante de los de ahora que me pregunta: «Maestro, ¿y por qué usted estudió filosofía y cómo vive de ella?», le contesto: «Mira, soy docente, y aunque en otros países un profesional de la filosofía puede trabajar en instituciones donde se requiere mucho conocimiento y razonamiento lógico —porque en estados como Inglaterra, Estados Unidos y Canadá, valoran al filósofo por su conocimiento, dominio, manejo y aplicación de la capacidad de razonar y pensar— pero, sobre todo, por esa visión del todo que tenemos en la consecución de situaciones que la vida nos plantea. Esa mirada holística nos abre camino en muchísimas circunstancias y las personas valoran esto, naturalmente rompiendo con ese esquema pragmático de gente que nada más mide a un profesional por lo que genera, por un ingreso inmediato. Es decir, un sueldo que propicia participar en una actividad productiva donde inviertes para sacar dividendos materiales. Pero cuando le explico: «No, con la educación mis ingresos son iguales a los de un profesional de otro campo, porque en este caso tanto el Ministerio como la UASD me pagan por horas crédito, y me las pagan bien. No tengo que decirles la cantidad ni el monto, porque en función de las horas crédito que siempre he trabajado, ya tengo un salario estable y normal que me permite vivir con cierta dignidad».

Doctor Alejandro Arvelo

Y desde el punto de vista del índice de satisfacción, ¿esas expectativas que usted tenía cuando entró a la carrera se cumplieron, fueron sobrepasadas o quedaron por debajo?

Juan N. Peña Martínez

Se cumplieron. Me siento un profesional realizado, que participa de su ejercicio como académico. También, de lo que es esa primera expectativa de forjar una conciencia crítica, que me permite entender los procesos que se generan. En función de esa actividad, estoy totalmente satisfecho y si volviera a estudiar, haría alguna otra especialidad dentro del mismo ámbito filosófico.

Doctor Alejandro Arvelo

En el aspecto de los estudios de grado, ¿hubo alguien que le marcara, ese profesor o profesora que dejara en usted una huella, una enseñanza para su desenvolvimiento como académico más adelante?

Juan N. Peña Martínez

Sí, claro. Recuerdo que cuando llegó el doctor Darío Solano de México, recién graduado, en momentos en que una maestría era un logro académico excepcional, cuando conversó con nosotros y nos detalló parte de lo que había aprendido allá, me movió profundamente, porque me ayudó a emplear una forma de abordar y enfrentar el problema metodológico de la investigación. A partir de ahí, me enamoré de la metodología de la investigación científica, motivado por sus orientaciones.

Pero, además, otros docentes de la Escuela como Miguel Sáez, en Historia de la Filosofía; porque en esas asignaturas para profundizar en los pensadores de la historia de la filosofía —Hegel, Kant— y las complejidades de esos cursos dentro de sus propias dinámicas había que meterse seriamente en el asunto. Sin olvidar a la maestra Lusitania Martínez, quien para nosotros ha sido y es una escuela en lo que tiene que ver con la preocupación por la recuperación de la narrativa equitativa e igualitaria de todos los que participamos en la filosofía desde la perspectiva de género, una perspectiva que siempre me ha llamado poderosamente la atención.

Hubo un profesor en esa época, Patín Veloz, que con su calma y ternura nos guiaba de una manera realmente humana; y esos rasgos quedan en uno y hacen que uno se convierta en reproductor de esas mismas sensibilidades. Son maestros que se vuelven inolvidables. Sin obviar, que cada cátedra tiene los suyos, por ejemplo, el profesor Jesús Tellerías. Cuando estábamos en Teoría del Conocimiento con él, con esos tonos que nos empujaba, era único. Pero el profesor de Lógica, Andrés Avelino, es un pilar que nos acompaña todavía en todo lo que tiene que ver con el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Todos, como maestros, son modelos a seguir y hacen que uno, al inicio, cuando se hacia la presentación, dijera de Juan, un profesional abnegado y dedicado. Miren, el cumplimiento de las tareas que nosotros ahora llevamos a cabo nos obliga a que ni un dolor de cabeza, ni un dolorcito de tobillo, nos haga quedarnos en casa. En mi caso, nunca he tenido una ausencia en la universidad producto de la dejadez o de que se me olvidó un horario. No, porque primero está el deber y el compromiso con los estudiantes, que son el retrato de uno, la vivencia de uno y la experiencia de uno. A la institución a la que se sirve, se le tiene que devolver con creces y con responsabilidad todo lo que ha sido ese cúmulo de entrega y dedicación.

Debo mencionar otros que, aunque no pertenecían a la Escuela, fueron forjadores de una forma de ser y de comportarse. Nunca olvido a Luís Gómez: disciplinado, meticuloso. Lo tuve también en el programa de sociología, como a Frank Báez, mi tutor en «El Capital», de Marx. Nos obligó a leer el tomo uno, el dos y el tres; y uno dice en estos momentos: “Nos obligó, vamos a decir mejor que nos orientó, para que hoy podamos dar testimonio de lo que fue un nicho de conocimiento imborrable, que queda para toda la vida”.

Doctor Alejandro Arvelo

Claro, en el plano simbólico, a partir de esos profesores que tuvo en su dilatada y fructífera labor, ¿cómo visualizaría usted al profesor ideal de filosofía?

Juan N. Peña Martínez

Es el profesor que siempre está ahí, guiando a los jóvenes en un proceso de formación que tenga como objetico la comprensión, como decía al inicio, el entendimiento global de la realidad. Creo que el papel de nosotros es colaborar, ayudar, contribuir a que el estudiante desarrolle un pensamiento autorreflexivo, analítico y crítico de todas las circunstancias que envuelven la esfera social, para que pueda ser él mismo, con cabeza propia. Ese es el ideal fundamental del docente de filosofía, que lo fue en aquel momento y que lo sigue siendo en la actualidad. Veamos: en una sociedad, en un mundo tan convulso como el de estos tiempos, con los desafíos de la comunicación, la información, las tecnologías, que nos bombardean con una serie de opiniones que, si la persona no está bien preparada, pudiera ser sorprendida en su buena fe. Entonces, para poder responder a estas situaciones que el mundo nos plantea hay que dotar a nuestros muchachos del verdadero conocimiento, de mucha sabiduría y de amor propio.

Doctor Alejandro Arvelo

Y haciendo también acopio de toda esa experiencia, de todas esas vivencias, de cara a las nuevas generaciones de filósofos, ¿aconsejaría usted, porque ya está en condiciones de aconsejar, porque ha trabajado durante decenios con jóvenes y particularmente fue un estudiante de primera, muy aprovechado, de una dedicación y disciplina para el cumplimiento, que pienso que pocas veces se ha dado dentro y fuera de la carrera?

Juan N. Peña Martínez

Bien, debo destacar que, producto de esa labor nuestra, hay un compañero de nuestra Escuela, el profesor Ramón Martínez, de Nagua, que tuvo su primera motivación y orientación. El me lo ha manifestado así, en ese ejercicio en el que participó siendo mi estudiante allá en Nagua, me dijo: «Profesor, a partir de su experiencia quiero seguir sus pasos y quiero que me explique qué debo hacer para estudiar filosofía». Y desde allá, luego de una larga conversación, le dije: «Debes trasladarte a Santo Domingo para que concluyas la carrera y poder hacer la gestión y todo, porque eres un excelente estudiante y para que te desarrolles completamente. Puedes ingresar como monitor, después como ayudante, y por qué no, participar ya como docente».

A todos, siempre les aconsejo, lo primordial que un estudiante debe contemplar y tomar en cuenta es lo siguiente: primero, no importa la carrera que se haga, para mí, esta es la mitad o el 50 por ciento de lo que se construye, pero tiene que ser una persona informada de lo que acontece en el mundo. Usted puede graduarse de odontología, ingeniería, filosofía, psicología y ser muy buen profesional, pero si no tiene una sólida base de información y de comunicación, va a tener serias limitaciones.

Una segunda orientación que les doy, es que no deben apartarse de la tecnología, que está tan relacionada con la información. Y un tercer componente, dentro de su profesionalización, es que necesitan reforzar su carrera con otro idioma, porque eso abre la puerta a la globalización, a las oportunidades.

Un dato importante que debo indicar es que, en el curso de mi profesión, tuve a la maestra Eva Vagnayini, que en ese momento también fue una voz que me sedujo bastante. Me enamoré de su discurso, de sus expresiones lingüísticas en italiano. Ella nos hablaba en muy buen castellano, pero de vez en cuando dejaba caer algunas palabras en italiano; y yo murmuraba: «Tendré que aprender italiano”. Y, señores, fue el primer idioma que estudié como lengua extranjera y en el cual adquirí mi título docente académico de la lengua italiana. Y luego el portugués, para poder reforzar el castellano. Pero mi impulso real para dominar el italiano estuvo en la maestra Vanna Ianni, por ella le puse el nombre a mi primera hija, Vanni. Vanni, como se llama mi hija, viene de Vagna. Ahí concreticé un anhelo de vida.

Doctor Alejandro Arvelo

Y ya desde el punto de vista de la formación curricular propiamente, ¿cuáles pensadores siente usted que han influido en su pensamiento y en su vocación como docente?

Juan N. Peña Martínez

Naturalmente, por épocas. Soy un seguidor del pensamiento de Sócrates: su humildad, su manera de concebir la filosofía, eso forjó en mí un interés y una motivación inicial. Pero autores como Descartes, Kant y Hegel han sido figuras que han influido grandemente en mis ideas. Luego, conforme avanzábamos, abrazamos otras causas e inquietudes: Antonio Gramsci fue un pensador que sembró en mí la semilla de lo que es el docente, el profesional. Atesoro sus argumentos sobre los intelectuales al servicio del sistema o de la estructura hegemónica de poder y su posición sobre los aparatos hegemónicos del Estado, evidentemente criticando a Althusser y a todo aquello que se publicaba en aquel entonces. Obviamente, son intelectuales que han fijado en uno una conciencia de lo que debe ser el abordaje de la realidad. Me confieso un seguidor de Marx y del materialismo dialéctico e histórico, que para mí aún tiene vigencia. Sigue siendo una referencia, una fuente obligatoria.

Doctor Alejandro Arvelo

Y en el plano del pensamiento filosófico latinoamericano y dominicano, ¿hay alguien que haya ejercido algún peso específico en su formación?

Juan N. Peña Martínez

Sí, sí, he seguido de cerca a Enrique Dussel. Ha sido el que más ha tenido que ver con mí reacción de la filosofía y su aplicación en el contexto social.

Doctor Alejandro Arvelo

Y hay una pregunta que se formula habitualmente aquí: ¿cómo sería correcto decir, si «pensamiento filosófico dominicano», si «filosofía dominicana», si «quehacer filosófico»? ¿Qué le parece a usted, profesor? ¿Hay una filosofía dominicana o no la hay? ¿Hay un quehacer? ¿Hay pensadores dominicanos pero no filosofía dominicana? ¿Cómo ve esa cuestión?

Juan N. Peña Martínez

Es interesante la pregunta, la preocupación. Entiendo que hemos tenido inquietudes y un pensamiento filosófico dominicano y no podemos negar el papel trascendental de Antonio Sánchez Valverde y sus aportes. El propio Andrés Avelino y sus estudios kantianos, que ya van formando parte del hacer filosófico dominicano de cierta sistematicidad, de acuerdo con diferentes épocas, momentos, contextos; y que son los iniciadores de esa primera acción de la filosofía en República Dominicana.

Doctor Alejandro Arvelo

Usted fue de los académicos que tuvo que participar, recuerdo, en sucesivas veces en concursos, porque incluso para pasar en su tiempo de una cátedra a otra había que concursar. Y parece que en la Escuela de Filosofía —y le digo esto pensando en que fechas recientes la gestión de Silverio invitó a los profesores que acababan de concursar, bueno, no acababan de concursar, tenían ya un  tiempo que habían concursado—- pero cuando hicieron el tránsito, que se sabe que eso lleva un itinerario que llega hasta la Rectoría, el director convocó para que dieran una lección, una lección de ingreso a la universidad, y fue un evento de lo más significativo. Y quería yo, como usted pertenece a una generación anterior a la del maestro Silverio y naturalmente anterior a la de los nuevos estudiantes de la carrera, preguntarle, ¿qué impresión le quedó de todo este recorrido? ¿Cómo eran los concursos en su tiempo?

Juan N. Peña Martínez

Okey, cuando se llama a concurso para ingresar a la Escuela recién había fallecido el profesor Juan B. Mejía, una institución. Llaman a participar y me atrevo: someto mi expediente y me postulo para las tres cátedras, porque el maestro trabajaba tanto en la Sede como en la UASD Centro Nagua, en las tres cátedras: Introducción a la Filosofía, Historia de la Filosofía y Filosofía General.

¿Cuál fue mi experiencia inicial? Primero, me preparé en las tres y concursé en las tres y promoví en las tres. Pero por un descuido de la academia, que es muy grande, muy compleja, solo aparezco en dos; y en Historia de la Filosofía pude ingresar como diez años después. Pero es un problema formal, estructural de la UASD. Se lo atribuyo a su magnitud.

La experiencia más bonita es que en la cátedra de Filosofía General pude presentar un programa de análisis para reflexionar sobre la asignatura Metodología de la Investigación Científica. Hago mi propuesta de cómo trabajaría los temas contemplados en el pensum que me somete la Escuela. A ese programa le hago modificaciones, adecuaciones, y lo vio bien la dirección. Eso me permitió promover esa cátedra con buenas calificaciones, porque además del análisis que hacía de las unidades, también presentaba un nuevo método para abordarlo.

Doctor Alejandro Arvelo

¿Y reseñas así, anecdóticas o no anecdóticas, de sus compañeros de estudios? Ya mencionó a Julio Pecker, que creo que se jubiló siendo ayudante de profesor. También, al maestro Darío Solano.

¿Cuáles otros conocidos de aula, de estudios, que dejaran una huella afectiva en usted, puede recordar?

Juan N. Peña Martínez

No, no son muchos, comenzando por usted estimado Alejandro Arvelo, que era un prototipo de la Escuela por sus iniciativas de estudios, de investigación. A Muñiz, Balbuena. Había una joven llamada Ana Luz Brito, que he dejado de ver, que no sé de ella, creo que vive en Estados Unidos, es la impresión que tengo.

Doctor Alejandro Arvelo

¿Pero con Luisa usted mantiene contacto?

Juan N. Peña Martínez

Sí, pude comunicarme con ella. Pero también hay otros colegas: Jorge Zón, que ahora está en San Juan; Darío Herrera, que vive en Mao y que ha continuado el pensamiento filosófico desde allá y que uno sigue por diferentes vías y plataformas. Había un muchacho que tenía una condición especial: Diplán. Gran tipo.

Doctor Alejandro Arvelo

¿Diplán?

Juan N. Peña Martínez

Si, Diplán, no sé qué ha pasado con él. La última vez que tuve noticias de él estaba en la Biblioteca Nacional y muy bien situado, incluso, se esperaba que lo designaran director de un momento a otro. Era un estudiante que uno tenía pendiente por su condición, pero, sobre todo, por su dedicación y esfuerzo. Esto hacía que uno tuviera inevitablemente que seguir sus movimientos y contar con su cercanía.

Sin olvidar al compañero fallecido, con su permanente expresión de afecto, de amistad, de sencillez, como lo fue Tomás Nova. Caramba, murió a destiempo. Fue una época grata, hermosa, porque nosotros, además de ser compañeros de estudio, cultivamos una relación de hermandad, de una amistad tan estrecha que nos comunicábamos todo lo que le sucedía al otro. Ese otro era parte del equipo y con eso bastaba.

Doctor Alejandro Arvelo

Observando que esa generación suya tuvo personalidades que hoy son de alto nivel, ¿cómo los ve usted ahora, no ya individualmente, sino como conjunto? ¿Le parece que el brazo filosófico de la generación de los 80 hizo sus deberes? ¿Cumplió con su rol?

Juan N. Peña Martínez

Sí, cumplió. Llegamos muchos a la meta, a la concreción de lo que es el desarrollo de la profesión. La estamos ejerciendo cada uno desde su espacio, desde su dimensión. Pero siento que ha faltado algo, y lo he estado reflexionando en la tranquilidad del hogar: ¿por qué no, y quizá la Escuela lo pudiera retomar, hacer un día, promover un encuentro de esa generación de los 80, podernos pautar un horario y ver quiénes vivimos, dónde estamos, qué hacemos, de qué participamos? Debemos pasar un día completo en comunión de compañeros, pues ya fuimos una época y, de hecho, en un tiempo donde estudiar filosofía era un desafío, un reto.

Generalmente, nos veían como personas extrañas: “¿Qué estudia?, filosofía». Y ahí volvemos al inicio: «¿Por qué y para qué? ¿De qué vas a vivir? ¿De qué vas a sostener a tu familia?». Pero no ha sido así, todos vivimos, más o menos.

Doctor Alejandro Arvelo

¿Y le parece que ha variado, profesor, esa actitud hacia el filósofo y hacia el estudiante o estudioso de la filosofía en el presente? Han pasado más de 40 años de eso.

Juan N. Peña Martínez

En sentido general no ha variado tanto, porque todavía prima ese ideal pragmático, utilitarista, completo, de lo que es la profesión. No sólo la filosofía, sino otras áreas como psicología, letras, se ven como…..ufff y son planteamientos que se hacen a veces a nivel de instituciones universitarias, sobre cómo ofrecer carreras con un uso práctico, inmediato y no carreras que puedan despertar la condición humana o la postura analítica y crítica de la sociedad.

Hay cosas que a menudo me llaman la atención, por ejemplo, cuando sectores critican a la UASD por tener un presupuesto para invertir en profesionales que ellos llaman inadecuados para el contexto actual, pero esto es en defensa a una educación técnica, tecnocrática. Quieren una universidad forjadora de modelos para la aplicación rápida en el mercado, pero no para un aprendizaje que es insustituible en el individuo, en ese joven al servicio del entorno, del pensamiento y de la valoración de lo humano como ente principal de cualquier estructura social.

Y eso, hasta el momento, únicamente lo da la UASD a través de programas que son limitados, incluso, en función de la cantidad de estudiantes que se inscriben.

Hace no mucho, escuchaba a un analista, economista, que decía que si él fuera parte de las autoridades, el presupuesto que se le otorga a la UASD se lo pasaría a instituciones privadas y mandaría a los estudiantes a matricularse en estas. Y ahí mismo uno piensa y le contesta de manera directa: “Pero hay carreras que esas universidades no van a ofertar, porque no son, desde el punto de vista económico, rentables para ellas, ya que no son academias, son empresas. Aquí sí las tienen que seguir dando, gracias al compromiso social con los grupos más necesitados, con el país, con nuestra amada República Dominicana”.

Doctor Alejandro Arvelo

¡Qué formidable manera de ponerle un punto y seguido a esta conversación con el maestro Peña Martínez! Digo «seguido» porque no es un punto final, aún nos falta una suerte de juego que hacemos al cierre de El Archivos de la Voz y, naturalmente, las palabras de clausura de estos encuentros, que las tiene, como de costumbre, el director Silverio.

Ahora, profesor, le voy a mencionar, por lo menos, cinco expresiones, nombres o frases para que usted nos diga qué palabras, a su vez, les evocan. Y digamos que yo digo, de pronto: Puerto Plata.

Juan N. Peña Martínez

Mi ciudad natal, la tierra que me vio nacer.

Doctor Alejandro Arvelo

Escuela de Filosofía de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).

Juan N. Peña Martínez

Escuela que me acogió como estudiante y luego como docente de una forma increíble y a la cual agradezco profundamente.

Doctor Alejandro Arvelo

Facultad de Humanidades de la UASD.

Juan N. Peña Martínez

La Facultad que alberga la Escuela de Filosofía y que, por tanto, se constituye en la expresión superior de lo que es el pensamiento filosófico.

Doctor Alejandro Arvelo

Rafael Morla.

Juan N. Peña Martínez

Maestro de nuestra Escuela, el director que convocó al concurso en el que participé. Eternamente agradecido con mi apreciado Morla y con el rol que ha desempeñado dentro de la filosofía.

Doctor Alejandro Arvelo

República Dominicana: presente y perspectivas.

Juan N. Peña Martínez

Interesante. El país ahora mismo está viviendo una situación un poco complicada y delicada. Primero, porque estamos participando en unos procesos en el contexto latinoamericano de manera muy activa y hasta rara. Sigo todo esto con cierta intranquilidad y reserva.

Por otra parte, es un país que viene mostrando en los últimos 30 años un avance indetenible, pero sigue siendo una preocupación que ese crecimiento no se vea reflejado en las mayorías. Es como una especie de paradoja: un crecimiento económico que nos pone delante de muchas naciones de América Latina, pero cuando vemos cómo se distribuye la riqueza, hay una dicotomía entre lo que es el desarrollo del país y el desarrollo de las grandes masas, de las humildes poblaciones.

Doctor Alejandro Arvelo

Muchísimas gracias, profesor. Con esta última reflexión sobre el presente social dominicano, le pasamos la palabra a nuestro director Silverio.

Prof. Eulogio Silverio

Pensé que usted iba a tocar el tema dominico-haitiano o algo así cuando habló de situaciones complicadas. Pero estamos a tiempo.

Sí, y para otros asuntos, porque está también la cuestión dominico-venezolano.

Juan N. Peña Martínez

Mira, soy de los que entienden que el país no ha manejado adecuadamente la relación dominico-venezolana. Claro, como dominicano me siento agradecido de aquel momento en que el Estado venezolano y el programa de Petrocaribe sirvieron de soporte no sólo a nuestro país, sino a muchos otros que, debido al elevado precio del petróleo en ese entonces, se vieron con serias limitaciones para acceder al mismo. Ese programa nos benefició considerablemente. Bueno, no importa, no he mencionado gobierno, no he citado representantes, presidentes, no, porque lo que mido es la relación de Estado a Estado.

A raíz de los últimos enfrentamientos, me parece que el tratamiento que ha dado la Cancillería dominicana y, en función de Estado a Estado, no ha sido el más apropiado ni el más justo. Veamos, por citar un caso, la situación que se dio con los aviones que estaban aquí en reparación y que Estados Unidos toma y se lleva. Algo inadecuado. Pero, ¿quién soy yo para decirle algo así al presidente de la República? Si fuese de su entorno, le hubiera aconsejado: “Dígale a Estados Unidos, de Estado a Estado, que hay que respetar la soberanía nacional, y esos aviones ustedes se los pueden llevar cuando estén en el aire, pero no de los aeropuertos de aquí, porque entonces le estoy dando pie al otro Estado para que me dé un trato como de confabulación o de manejo incorrecto de lo que son las relaciones internacionales y de lo que es la autodeterminación de cada nación para decidir sobre su suelo, su terreno”.

Doctor Alejandro Arvelo

También, es posible, profesor, pregunto yo, ¿no cabría pensar que a lo mejor la democracia nos incita a improvisar dirigentes y funcionarios; y que no se comprende que el gobierno se supone que es la conciencia crítica de la nación y que el gobierno es la representación del Estado? Porque, ¿a dónde fue a parar Núñez de Cáceres cuando los haitianos invadieron el país y él tuvo que salir para que no lo mataran? A Venezuela. Y Duarte, cuando fue expulsado de por vida por Santana, ¿a dónde fue a parar? A Venezuela. Y cuando Duarte regresó, como dijo: «Con las armas en las manos», para luchar contra la anexión a España, que lo designaron embajador plenipotenciario y con la encomienda de recabar recursos y pertrechos para la guerra Restauradora, ¿a dónde fue? Pero si los gobernantes no se reconocen como continuidad de las tareas del Estado, no importa de qué época sea, bueno, surgen estos desaguisados.

Prof. Eulogio Silverio

Desaguisados. Gente que no entiende lo que tiene entre manos.

Juan N. Peña Martínez

A mí me dolió cuando el propio representante de la Cancillería venezolana alude al país: «Tienen una deuda pendiente, no nos han pagado». Nos dijo “mala paga”, porque cuando se lo dicen al presidente nos lo están diciendo a todos los dominicanos. Pero, dimos pie para esa ofensa. Por eso, se dice que el manejo no fue el más correcto, había que evitar caer en esa situación y que nos tildaran de tramposos.

Prof. Eulogio Silverio

De malagradecidos.

Juan N. Peña Martínez

Nos dijeron «malagradecidos», «ingratos». Y, también, nos llamaron subordinados a otro poder extranjero.

Doctor Alejandro Arvelo

Muy subordinados, muy, muy…..

Juan N. Peña Martínez

O sea, prácticamente hemos caído en una acción de entreguismo de nuestra soberanía y de una forma que uno se queda estupefacto. Naturalmente, hay que entender el papel del presidente de la República, que es miembro de una élite económica, por lo que va a tomar decisiones en favor de su clase. Esto hace que tenga, por ejemplo, a un gobernador del Banco Central que si fallece mañana, ¿qué será del país?, parece que no hay otra persona que pueda ejercer esa función. ¿Es un predestinado?, no, no es así; pero representa unos intereses y unos grupos de poder que son los que sugieren quién debe estar en ese lugar.

Prof. Eulogio Silverio

¿Cómo pasa con la UASD?

Juan N. Peña Martínez

Esa tesis viene de lejos. Es una tesis que el primero que la sustentó fue Andy Dauhajre, de que el presupuesto de la UASD se repartiera, se les diera una beca a los estudiantes y que ellos fueran a la universidad que quisieran.

Doctor Alejandro Arvelo

Ese es un capítulo más del proceso de reparto de los bienes del Estado, que comenzó con la muerte de Trujillo y que ha tenido distintos momentos: la Sociedad Industrial Dominicana, el grupo CORDE. Viene desde la segunda mitad del siglo —de la segunda mitad del decenio de los 90— el Puerto de Sans Souci, las tierras del CEA, Los Molinos, todo, lo quieren todo, y también quieren la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

Eso es parte del programa neoliberal. Es un reparto que tenemos. Tienen, además,  el presupuesto de Educación.

Prof. Eulogio Silverio

Por todas partes se mueven.

Juan N. Peña Martínez

Las élites siempre van a ir detrás del dinero.

Prof. Eulogio Silverio

Exacto, ahí van a estar.

Bien, agradecer al profesor Peña Martínez, el de Puerto Plata. Claro, hay que diferenciarlo de nuestro compañero y hermano Juan Peña Rosario, el de Santiago, que, producto de tener el mismo nombre, él ha tenido estudiantes que de alguna manera usted ha tenido que informarle de una calificación o de una evaluación.

Juan N. Peña Martínez

Un día, estoy bien tranquilo en la casa y me llama un estudiante: «Maestro, lo estamos esperando». Le digo: «¿Cómo? Yo no tengo docencia a esta hora». «¿Y usted no es el profesor Juan Peña?», me cuestiona. Le contesto: «Sí, para servirle, pero no tengo clase ni nada a esta hora». «Pues mire que lo estamos esperando aquí», me repitió. Ahí mismo pensé: “Ese debe ser Juan Peña, de Santiago. Entonces, lo confronté: ¿»Pero dígame, dígame su segundo apellido?. Caray, me aclaró: ¿Juan Peña Rosario?» Digo: «No, no soy yo. Ese es mi hermano, mi compañero de Santiago». Bueno, enfatizó: «Sí, lo estamos llamando de aquí de Santiago, de la Barranquita».

Esa es una de las “diabluras” de tener el mismo nombre, porque los estudiantes acceden a las redes y localizan los nombres y los teléfonos de los profesores. Señores, con eso de la inteligencia artificial tenemos que tener cuidado. Ahora, un muchacho le dice a la inteligencia artificial: «Dime cómo es el profesor Alejandro Arvelo, cómo trata a los estudiantes». Y la inteligencia le comunica: «El maestro Arvelo es así, así, así». O «El maestro tal es así, así, así». Incluso, no tienen que buscar, la inteligencia artificial le da el resumen.

Prof. Eulogio Silverio

Precisamente iba a comentar que conocí de cerca al profesor Peña Martínez porque tenemos un vínculo en común: esa especie de fascinación por la tecnología y el uso que se le da para la educación. Desde que estaba como monitor, luego ayudante, dialogábamos y me suministraba cosas: «Mira esta página, aquí hacen esto, hacen esto otro». Mantuvimos ese intercambio y usted acumulaba en su disco duro todos esos videos, esos programas y nos conectamos. Después supe que era de Puerto Plata y eso también nos unió mucho más.

Bien, nosotros en la Escuela o en nombre de la Escuela, le expresamos que nos sentimos orgullosos de tenerlo como parte de nuestros docentes y más ahora conociendo la historia de cómo viene desde Puerto Plata. Pensé que al querer ir para Rusia ya estaba ideológicamente amaestrado por las ideas socialistas y que eso, de alguna manera, influyó para que hiciera el cambio hacia la filosofía.

Bueno, a partir de ahora vamos a hacer unos cuantos compromisos con usted para que no le salga gratis la entrevista. Los compromisos se los encargamos al amigo Arvelo; y es que se ponga de acuerdo con él para que elija uno de los diálogos platónicos para el programa «El Banquete», estamos dedicando dos años al estudio de su obra completa.

En «El Banquete» siempre indicamos a un profesor que seleccione un diálogo con el que se sienta más cómodo. Por supuesto, si se ha tratado, tendrá que elegir otro para no repetir. Ahí le dejo ese compromiso.

El otro, es que nos colabore con la revista «La Barca de Teseo» con un artículo, por lo menos, o uno al año. Sabemos que tiene muchas cosas que dar.

Y, también, que nos ayude con el VI Congreso Dominicano de Filosofía Santo Domingo 2025. Lo queremos totalmente integrado, participando desde las mesas que se van a organizar.

Hemos tomado como tema de este VI Congreso Dominicano de Filosofía Santo Domingo 2025, «Pensar en español: apuesta por la identidad dominicana». Esto no es, como se ha dicho en algunos espacios, una camisa de fuerza; lo que queremos es hacer un balance de qué se ha hecho desde el primer congreso de filosofía hasta ahora. O sea, que cabe todo lo que usted está haciendo, todo lo que ha hecho en este tiempo y lo que tiene en proyecto. Lo esperamos con una ponencia.

Doctor Arvelo, gracias, como siempre, por esta magnífica entrevista. La posteridad nos agradecerá; y lo digo porque cuando llegué a la Escuela, lo primero que me puse a buscar fue información de nuestro pasado y somos una unidad numéricamente pequeña, pero que cuando vemos el currículum, el quehacer de nuestros profesores, salimos siendo, a nivel de la universidad, una de las más fuertes. Y ese reconocimiento que le daban a usted, ya desde estudiante en la Secretaría de Educación, no los hemos ganado: hemos estado en Cultura, en Medio Ambiente. Es decir, los filósofos están en todas las instituciones, en todas las áreas de la vida, y es precisamente por la preparación. Somos una Escuela quizás pequeña en matricula, pero inmensa en cuanto a la cultura académica en la República Dominicana.

Muchas gracias. Un placer.

Juan N. Peña Martínez

Muchísimas gracias a ustedes y siempre dispuesto a colaborar.