Quisiera reiterar lo ya expresado por el expositor: efectivamente, la tradición cristiana es de raíz platónica. Sin embargo, me gustaría agregar que la idea de la reencarnación era de dominio popular. Lo que ocurrió fue que, en varios concilios —sobre todo bajo el papado de Gregorio XI—, se eliminó de forma deliberada la noción de la reencarnación.

Si uno examina con atención la Biblia, se da cuenta de que existen muchos pasajes con referencias indirectas al tema. Por ejemplo, cuando se le pregunta a Jesús si él era Elías —sabiendo que Elías ya había muerto y no tenía semejanza física con Jesús—, la respuesta que da es aún más interesante: “Elías ya estuvo entre ustedes y no lo reconocieron”. Lo que sugiere la posibilidad de que Elías hubiese estado en otro cuerpo. Existen muchas otras citas, que ahora no tengo presentes, que también aluden, de forma velada, a la reencarnación. Por ejemplo, la frase “nacer de agua y espíritu”, que muchos cristianos interpretan de forma muy literal, como si se tratara de sumergir a una persona en un río, cambiarle el nombre y ya.

En ese contexto, cuando Jesús le dice a un personaje que “debe volver a nacer”, este le pregunta: “¿Acaso puedo volver al vientre de mi madre?” Esa idea de “nacer de agua y espíritu” —aunque parezca una interpretación forzada (y digo esto con humor: soy calvo)— tiene mucho que ver con lo planteado por Lusitania respecto al cuerpo, la conciencia, el agua y el espíritu.

Si nos adentramos en la simbología mítica, la importancia del agua no se refiere necesariamente al agua física. En ese sentido, coincido con Lucy: es necesario volver a discutir este asunto.

Por último, quisiera recomendar la lectura de un autor con el que me siento muy identificado, aunque sé que su posición es minoritaria. Es un hombre que transita entre la ciencia y la espiritualidad: el doctor Rupert Sheldrake, biólogo y doctor en biología molecular. Precisamente por su formación, sus críticos han tenido dificultades para refutar sus teorías.

Sheldrake aborda el tema de la conciencia y propone que deberíamos diferenciarla de la concepción tradicional de alma o espíritu. Y plantea una pregunta crucial: ¿qué ocurre con la conciencia una vez que el cuerpo se transforma? Si aceptamos que la materia es energía que se transforma —y no desaparece—, entonces ¿por qué asumimos, casi ingenuamente, que la conciencia sí desaparece?

Sheldrake propone la existencia de los campos mórficos, y sostiene que la conciencia tendría la misma condición de eternidad que la energía material. Me imagino que este es un debate sumamente interesante para los filósofos.

En definitiva, si aceptamos de forma taxativa que la materia no desaparece, sino que se transforma, ¿por qué creemos —sin cuestionarlo— que la conciencia sí desaparece?