Hemos afirmado que la violencia puede tener un sustrato biológico o ser el producto de aprendizajes disfuncionales que recibimos a través de la cultura. Sin embargo, estamos convencidos de que en ningún caso representa una solución idónea para resolver problemas. Esto nos exige enfocarnos en otras alternativas más efectivas y menos traumáticas, como las que pasamos a detallar:

  • Fomentar la comunicación sincera y abierta: Muchos de los conflictos que culminan en acciones violentas provienen de la falta de una actitud dialogante. Escuchar activamente y tratar de entender la perspectiva del otro es fundamental en la búsqueda de soluciones duraderas a disputas entre partes enfrentadas.
  • Educar para la convivencia pacífica: Está demostrado que la educación es una herramienta muy poderosa para prevenir la violencia. Aquellos hogares donde no se ejerce violencia física o verbal suelen generar personas respetuosas y consideradas en el trato con los demás. Lo opuesto ocurre cuando se vive en medio de la hostilidad sistemática, como demostró Albert Bandura al enfocar el aprendizaje social y con su experimento llamado “El muñeco Bobo” (1961): Los niños que fueron expuestos a la escena de agresión al muñeco, reprodujeron luego acciones similares a las observadas en la simulación.
  • Existen múltiples alternativas para resolver conflictos sin violencia: Dentro de las habilidades para resolver disputas de manera pacífica se encuentran la mediación, donde se acude a un tercero imparcial que ayuda a las partes a establecer acuerdos. También se puede acudir a la negociación, allí las partes involucradas trabajan juntas para encontrar una solución que sea aceptable para todos. Estos procesos son facilitados por el recurso del diálogo asertivo y la capacidad del ser humano para establecer compromisos.
  • Evidenciar la irracionalidad del discurso violento y desmontar normas y costumbres que lo legitiman: En diversos escenarios, desde los discursos belicistas de las potencias hasta la costumbre doméstica de disciplinar a base de insultos y golpes, hay mucho por denunciar y cambiar. La infinita estupidez humana, parafraseando a Einstein, nos ha hecho creer que la violencia es necesaria. Esta retórica incluye la apología mediática del armamento letal, que hoy constituye un lucrativo negocio. Por otro lado, se han elaborado leyes que justifican la violencia pública y privada. Hay que salir al paso a este sinsentido. ¡Construir una cultura de paz empieza por eso!