Para comenzar, quisiera citar Del inconveniente de haber nacido, un texto que sintetiza muchas de las ideas que abordaré. Antes de iniciar la ponencia, quiero contextualizar el tema. Una amiga, con quien no hablaba desde hace años, me escribió recientemente. Me comentó que siente que ya no le queda mucho tiempo y que se prepara para «entrar en lo desconocido». Este comentario me hizo reflexionar. Después de la muerte, ¿dónde puede uno «entrar»? Cualquier afirmación al respecto me parece abusiva. La muerte no es un estado; quizás ni siquiera es un tránsito. Entonces, ¿qué es?
¿Cómo debe el ser humano enfrentar el tema de la muerte? Esta es la pregunta inicial que nos hacemos. Antes de responder directamente, debemos comprender este tema desde una perspectiva más profunda, no solo en un sentido social o psicológico, sino especialmente filosófico. Ferrater Mora sugiere que la solidez de cualquier postura filosófica se mide, en gran parte, por cómo aborda el tema de la muerte. Platón afirmó que la filosofía es una meditación sobre la muerte, como se puede leer en El Fedón. Más adelante, Cicerón la definió como commentatio mortis (una preparación para la muerte). Incluso George Santayana señalaba que el calibre de una filosofía puede evaluarse preguntando qué piensa sobre la muerte.
La muerte, ampliamente entendida, es la designación de todo fenómeno en el que se produce una cesación de la vida. Es un tema con el que convivimos diariamente, aunque solemos conocerla principalmente a través de su manifestación en otros. Pero, concretamente, ¿qué es la muerte? En términos biológicos, es el fenómeno que afecta a todo ser viviente y que implica la cesación de la actividad vital. Desde el campo clínico, la muerte se define como el cese irreversible de la función cardiorrespiratoria, mientras que en fisiología se entiende como la interrupción definitiva del proceso homeostático de la vida. Sin embargo, cada disciplina ofrece definiciones distintas: la jurídica, la médica, la filosófica.
Aclaremos estas ideas para abordar de lleno la cuestión. La muerte es uno de los temas más profundos y universales en la existencia humana. Representa el fin inevitable de la vida, pero también es un enigma que ha fascinado y aterrorizado a la humanidad desde tiempos remotos. Como diría Emil Cioran, «la muerte es un oscilar entre el ser y la nada». Enfrentar la muerte no es solo un proceso biológico, sino una confrontación directa con el sentido de nuestra vida.
La filosofía, la religión, la ciencia y el arte han intentado responder a la pregunta fundamental: ¿cómo debemos vivir sabiendo que un día moriremos? El autor cuya obra exploramos hoy aborda el tema de la muerte desde una perspectiva aparentemente pesimista. Para él, la muerte no es simplemente un final inevitable, sino una especie de solución al sufrimiento inherente a la existencia. Este pensador cuestionó constantemente las estructuras morales, religiosas y culturales que los seres humanos hemos construido para dar sentido a la vida y a la muerte, sugiriendo una aceptación cruda y lúcida de la muerte como algo inevitable.
Cuando hablamos de una «aceptación resignada» de la muerte en su obra, no nos referimos a encontrar paz o consuelo espiritual, sino a reconocer con claridad su inevitabilidad y la falta de sentido de la existencia. En esta conferencia exploraremos cómo este autor plantea el enfrentamiento con la muerte desde una perspectiva aparentemente pesimista, pero profundamente reflexiva. Este enfoque, lejos de ser sombrío, ofrece una perspectiva que podría considerarse liberadora e incluso serena.
Para entender su visión de la muerte, debemos primero examinar su postura sobre el nacimiento y la vida misma. En su obra se plantea una paradoja esencial: la verdadera tragedia no es la muerte, sino el nacimiento. Según su perspectiva, el nacimiento es el primer y más grave error de la existencia. Nacer significa quedar atrapado en un ciclo de sufrimiento, desesperación y contradicciones que inevitablemente nos lleva hacia la muerte. «Aquel que nace, está destinado a morir», dice el autor.
Desde su punto de vista, la vida humana está caracterizada por una constante lucha y un sentimiento de insatisfacción perpetuo. El sufrimiento no es una anomalía en la vida, sino su esencia misma. Este pensador expresa estas ideas a través de diversos aforismos y reflexiones, despojando a la existencia de cualquier tipo de idealización. Como él mismo dice: «La única verdadera mala suerte es nacer». Para él, el nacimiento implica quedar atrapado en un ciclo de frustraciones y sufrimiento que nos conduce inevitablemente a la muerte.
Esta perspectiva contrasta marcadamente con la visión de la mayoría de las culturas, que consideran el nacimiento como un milagro, un regalo de la vida. Sin embargo, para este autor, la muerte representa un alivio frente al sufrimiento. Este concepto puede resultar chocante, pero plantea una idea fundamental: la muerte, lejos de ser el enemigo final, puede interpretarse como una liberación de la carga existencial.
En nuestra cultura, la muerte es vista como algo temible, trágico y negativo. Sin embargo, para Cioran, la muerte es un «gran bien», la conclusión lógica del ciclo de la existencia humana. Para él, la muerte es el único escape real de las angustias y del vacío de la vida. Aquí encontramos un paralelismo interesante con la filosofía de Epicuro. Este filósofo griego sostenía que la muerte no debía ser temida, ya que en ella cesan todas las sensaciones, incluido el dolor.
Desde la perspectiva de Epicuro, el miedo a la muerte es irracional porque, mientras estamos vivos, la muerte no está presente, y cuando esta llega, ya no estamos para experimentarla. Epicuro afirmaba que el temor a la muerte es una traba que nos impide disfrutar del presente, ya que la muerte, en esencia, es simplemente una ausencia de sensaciones.
Cioran adopta una visión similar a la de Epicuro, pero le da un giro más extremo. Para él, la muerte no solo es la ausencia de dolor, sino el bien supremo, ya que nos libera de la carga de existir. Si la vida es un sufrimiento constante, la muerte, al poner fin a ese sufrimiento, se convierte en un alivio que deberíamos aceptar con serenidad.
Claro está, el concepto de serenidad es algo más propio de los estoicos. En cambio, Cioran utiliza el concepto de «lucidez», que en su obra representa un estado complejo, un reconocimiento crudo de la realidad. Como él mismo plantea: “Si la muerte es tan horrible como se pretende, ¿cómo es posible que al cabo de cierto tiempo estimemos feliz a quien, amigo o enemigo, ha dejado de vivir?”.
Esta reflexión subraya cómo Cioran ve la muerte no solo como el fin de la vida, sino como la conclusión natural de un proceso que, para él, es esencialmente doloroso. En su visión, la muerte debe ser aceptada como una liberación, un fin al sufrimiento inherente de vivir. De este modo, desafía las concepciones tradicionales que consideran la muerte como algo trágico o negativo. Para Cioran, la muerte no es una tragedia, sino una conclusión lógica al «inconveniente de nacer».
Un concepto central en su pensamiento es el «desapego», entendido como una preparación esencial para la muerte. El desapego, según Cioran, va más allá de los ritos y creencias religiosas tradicionales. Lo presenta como una práctica de liberación mental, que nos permite enfrentar el final de la vida con serenidad.
El desapego consiste en liberar nuestra mente de las ataduras emocionales y materiales que nos vinculan a la vida. En palabras del autor: “El desapego debería aplicarse para hacer desaparecer las huellas de ese escándalo, el más grave e intolerable de todos”. Este ejercicio introspectivo nos permite enfrentar la muerte sin temor ni angustia.
Practicar el desapego no implica renunciar a la vida o a nuestras relaciones, sino aprender a vivir sin aferrarnos obsesivamente a lo que, inevitablemente, perderemos: nuestras posesiones materiales, logros e incluso nuestras ideas sobre quiénes somos. Este concepto de desapego se conecta con muchas tradiciones filosóficas y espirituales, como el budismo, donde el desapego es central para alcanzar la paz interior.
Cioran, en un sentido similar, nos invita a liberar nuestra mente del miedo a la muerte y a vivir de manera plena, sin la carga de la ansiedad por el futuro. La muerte, en su visión, es el punto culminante de este proceso de desapego. Comprender su inevitabilidad nos permite verla con serenidad y aceptarla como parte del ciclo natural de la vida, en lugar de temerla.
En su pensamiento, reflexionar sobre la muerte no es morboso ni trágico, sino un proceso que nos ayuda a alcanzar una paz interior genuina. Al final, nos sugiere que la vida y la muerte son dos caras de la misma moneda. Aceptar la muerte es también una forma de vivir más plenamente y con mayor conciencia.
En conclusión, la filosofía de Cioran nos ofrece una perspectiva inusual pero profundamente reflexiva sobre la muerte. Al verla como una liberación y no como una tragedia, nos invita a vivir de manera más consciente y serena. A través del desapego y la introspección, podemos alcanzar una aceptación profunda de nuestra mortalidad, una aceptación que nos libera del sufrimiento y la angustia. Para Cioran, la muerte es el «gran bien» que pone fin al inconveniente de haber nacido.
Aunque, vuelvo y repito, en apariencia su perspectiva puede parecer pesimista, Cioran nos recuerda que la muerte, lejos de ser un enemigo, es un paso natural en el ciclo de la existencia. Su reflexión nos invita a aceptar la vida y la muerte como partes inseparables de la condición humana. Al hacerlo, podemos encontrar serenidad en la idea de que cada momento es único y que, al final, la muerte es simplemente una transición hacia el descanso, claro está, desde una perspectiva materialista.
La propuesta de Cioran de enfrentar la muerte con desapego y reflexión puede percibirse como una aceptación de los límites físicos y biológicos de nuestra existencia. Indirectamente, rechaza cualquier noción de trascendencia espiritual o vida después de la muerte. En esta visión, el desapego no implica una renuncia a la vida, sino una aceptación del ciclo natural de los seres vivos y de la inevitabilidad de la muerte como cierre necesario del proceso biológico.
Reflexionar sobre este hecho nos permite contemplar la vida no desde la ansiedad o el miedo a un fin trascendental, sino desde la apreciación de los momentos concretos y la urgencia de dar significado a los días que tenemos. En lugar de temer la muerte, Cioran nos impulsa a aceptar nuestra naturaleza efímera, otorgando un valor especial a cada experiencia, ya que cada momento es irrepetible y finito.
Desde esta perspectiva, el valor de la vida no reside en un propósito superior, como podría plantearse en el cristianismo, sino en la calidad de nuestras interacciones, nuestras experiencias sensoriales y el impacto que dejamos en otros seres humanos y en el mundo material. Vivir con claridad y serenidad no implica negar el sufrimiento o los desafíos de la vida, sino enfrentarlos con la conciencia de que todos nuestros problemas y alegrías, así como nuestra identidad, son el resultado de procesos físicos, químicos y biológicos que cesan con nuestra muerte.
Aceptar la muerte como un paso necesario implica entender nuestra pertenencia a un orden material. La serenidad que Cioran sugiere proviene de la comprensión de la vida y la muerte como fenómenos inseparables, donde la muerte es, en efecto, una liberación de las limitaciones y conflictos que componen nuestra breve existencia consciente.
Cabe aclarar el concepto de «serenidad», mencionado anteriormente. Aunque los estoicos lo abordaron, su análisis corresponde más a la psicología, donde se entiende como un estado de calma interior y paz emocional. En el caso de Cioran, el término adecuado sería «lucidez», que implica una claridad mental y una comprensión profunda de la realidad. Ser lúcido significa percibir la naturaleza de las cosas tal como son, sin ilusiones ni engaños. La lucidez, según Cioran, es la capacidad de reconocer la inevitable presencia del sufrimiento en la vida y su falta de sentido, sin intentar suavizar esta percepción con ideas reconfortantes.
Cioran nos invita a enfrentarnos a la muerte no con resignación, sino con lucidez, aceptando nuestra naturaleza finita y despojándonos de cualquier ilusión metafísica. Como Epicuro señaló: «La muerte no es nada, porque cuando estamos vivos, no está presente, y cuando llega, ya no estamos para experimentarla.» Los estoicos añadieron que preocuparse por la muerte es inútil, ya que es inevitable. Sin embargo, enfrentarse a la muerte, especialmente cuando afecta a seres queridos, sigue siendo un desafío emocional.
Una anécdota ilustra este punto: un amigo me contó que llevó a su padre, quien llevaba un mes enfermo, al médico. Tras los análisis, la doctora le informó que tenía cáncer pancreático y que le quedaba poco tiempo. Según mi amigo, ese mismo día su padre «murió antes de morir». Aunque físicamente vivió un mes más, dejó de hablar y se desconectó de la vida. Este tipo de experiencias plantea preguntas fundamentales sobre cómo enfrentar la muerte, tanto desde una perspectiva personal como filosófica.
Las religiones nos invitan a ver la muerte como un paso hacia la trascendencia, pero nadie quiere morir. Incluso aquellos que han preparado su funeral o adquirido su tumba sienten angustia frente a la muerte. Entonces, ¿cómo deberíamos enfrentarnos a ella? Según Cioran y otros filósofos, aceptar la muerte como un paso natural nos desafía a vivir plenamente, sabiendo que cada momento es único y valioso.
En este contexto, la muerte es una realidad inevitable que todos debemos enfrentar, pero sobre la cual pocos quieren reflexionar. Por ello, en estas 24 Horas de Filosofía, hemos querido traer este tema a discusión, invitándolos a plantear sus preguntas y reflexionar sobre un aspecto ineludible de nuestra existencia.
Muchas gracias.
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Título: Cómo debe el ser humano enfrentar el tema de la muerte
Resumen: Resumen:
Este artículo explora la muerte desde una perspectiva filosófica y materialista, tomando como base las reflexiones de Emil Cioran, Epicuro y los estoicos. Se analizan conceptos como desapego, lucidez y serenidad, destacando cómo estas ideas permiten enfrentar la muerte no como tragedia, sino como una conclusión natural del ciclo vital. A través de un enfoque crítico, se cuestionan las nociones tradicionales de trascendencia y se promueve una aceptación consciente de la finitud humana. El texto invita a reflexionar sobre la importancia de vivir plenamente, reconociendo la muerte como un fenómeno inevitable y liberador, inherente a la condición humana.
Palabras clave: Palabras clave:
Muerte, filosofía, Emil Cioran, Epicuro, estoicismo, materialismo, desapego, lucidez, serenidad, aceptación, condición humana, finitud, trascendencia, ciclo vital.
Introducción:
La muerte, ese enigma universal que acompaña a la humanidad desde sus orígenes, ha sido objeto de fascinación, temor y especulación a lo largo de la historia. Desde perspectivas religiosas hasta abordajes científicos, su significado ha oscilado entre la trascendencia espiritual y la extinción definitiva. En este contexto, la obra de Emil Cioran emerge como una meditación radical sobre la finitud humana, despojando a la muerte de cualquier halo de consuelo metafísico. Para Cioran, la muerte no es un castigo ni una tragedia, sino una liberación ineludible del sufrimiento inherente a la existencia.
Esta visión, que puede parecer pesimista a primera vista, encuentra puntos de convergencia y contraste con otros enfoques filosóficos, como el estoicismo y el epicureísmo, que han tratado de reconciliar al ser humano con su condición mortal. Mientras Epicuro invita a no temer a la muerte porque «cuando ella llega, ya no estamos», Cioran enfatiza que el verdadero escándalo no es morir, sino haber nacido. En este artículo, se exploran las reflexiones de Cioran sobre la muerte y su relación con conceptos como el desapego, la lucidez y la serenidad, mostrando cómo su filosofía desafía las concepciones tradicionales y propone un modo lúcido y consciente de enfrentar nuestra finitud.
Desde esta óptica, la muerte no es un enemigo que debe ser temido, sino una parte inseparable de la vida misma, un recordatorio constante de la naturaleza efímera de nuestra existencia. Al abordar la muerte como un «gran bien» que pone fin al «inconveniente de haber nacido», Cioran nos invita a reflexionar sobre cómo vivir con mayor plenitud, aceptando la finitud como una condición inevitable de la existencia humana. Este artículo busca analizar estas ideas y su relevancia en el marco de la filosofía contemporánea.
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Desarrollo
1. Introducción al pensamiento de Cioran sobre la muerte
- La muerte, en la obra de Emil Cioran, ocupa un lugar central como eje del pensamiento filosófico y existencial. Para este autor, la muerte no es simplemente el fin inevitable de la vida, sino el punto culminante de una existencia marcada por el sufrimiento y la insatisfacción. Cioran rechaza las concepciones tradicionales que ven en la muerte un evento trágico o un umbral hacia la trascendencia. Desde su perspectiva materialista y profundamente escéptica, la muerte es el “gran bien” que pone fin al “inconveniente de haber nacido” (Cioran, 1973). Esta idea desafía las nociones convencionales de la muerte como algo que debe ser temido o evitado, ya que:
- ¿Por qué temer al vacío que nos espera si no difiere en nada del que nos precedió? Este argumento de los antiguos contra el miedo a la muerte no puede servir de consuelo. Antes se tenía la suerte de no existir; ahora se existe, y es esa parcela de existencia, o sea de infortunio, la que teme desaparecer. Parcela no es la palabra, puesto que cada cual se prefiere o, por lo menos, se iguala, al universo. (Cioran, 1973, p. 102)
- Ahora bien, ¿Cómo aparece ante el pensamiento la cuestión del inconveniente de haber nacido? El problema inicia fruto de su interés sobre la muerte, porque desde que tiene conciencia ha abordado el tema con una gran lucidez que estudiarla ha sido su única obsesión, y esto queda claro cuando en correspondencia con Mircea Eliade (1907-1986), Cioran (1992) en sus Ejercicios de Admiración confiesa que:
- Se le invitaba ni más ni menos que a deshacerse de sus obsesiones, a dejar de invadir periódicos con sus ideas fúnebres, a abordar otros problemas que no fueran los de la muerte, su manía de entonces y de siempre. (…) No estaba en absoluto dispuesto a ello. (p.113)
- Evidentemente esto se confirma en el primer texto que publicó a sus 22 años “en las cimas de la desesperación” (1934), donde hace referencia al tema de la muerte en 42 aforismos de un total de 68. Y así continúan las demás obras como en “El ocaso del pensamiento” (1940) donde Cioran (1995), confiesa que “los hombres huyen tanto de la muerte cómo del pensar en ella. A esto último me he ligado por los siglos de los siglos. Allí he huido en fila con los demás, o incluso más rápido que ellos” (p. 272). Esta obsesión continuó hasta llegar a su libro más serio “del inconveniente de haber nacido” (1973), donde gran parte de sus sentencias son acerca de la muerte.
- La obsesión que tiene con este hecho va más allá de pensar en su propia desaparición. Pues se cuestiona, además, sobre ¿Qué misterio trascendental se despliega más allá de la existencia física? Afirmando que “después de la muerte discierne mal donde puede uno entrar. En este caso cualquier afirmación parece abusiva. La muerte no es un estado, a lo mejor ni siquiera un tránsito” (Cioran, 1973, p. 76).
- En cambio, Cioran (1973), entiende que la muerte para el pensamiento es más bien como la perspectiva o simulación mental de un fin. Ésta aparece ante la razón cuando, viendo la vida cesar en otros, nos cuestionamos sobre si la existencia es un fenómeno serio; pues ¿para qué existimos si la vida va a cesar? De modo que a partir de este razonamiento es que llega a la conclusión de que la muerte es demasiado exacta. También la experiencia ante algunas interacciones humanas le llevó a realizar esta afirmación, pero de manera distinta, quedando de forma tácita en el siguiente aforismo:
- Entierro en un pueblo normando. Pido detalles a un campesino que miraba de lejos el cortejo. «Todavía era joven, apenas sesenta años. Lo encontraron muerto en el campo. Qué se le va hacer. Así es… Así es… Así es…».
Ese estribillo, que en su momento me pareció divertido, me obsesionó después. El buen hombre no sabía que estaba diciendo de la muerte todo lo que se puede decir y todo lo que se sabe de ella. (Cioran, 1973, p. 100)
- Sin importar que tan exacta sea la muerte, este pensador con respecto a esta oscila “sin cesar entre el misterio y la nada” (Cioran, 1973, p. 25).
- Ahora bien, ¿Por qué misterio? Este es uno de los aspectos bajo el cual aparece ante el pensamiento la muerte, ya que la naturaleza de la misma nos impide determinar o darle una explicación que no sobrepase ese hecho material donde cesan las funciones vitales del individuo, y por tanto nos resulta difícil entenderla. Y cuando la mente dirige la muerte hacia la nada, da a entender que esta no se encuentra ni mancillada ni habitada, pues no es. Pero no está de acuerdo del todo pues tal y como el mismo afirma, si decimos que la muerte no existe, sería “a condición de precisar en el acto que nada existe. Conceder realidad a cualquier cosa y negársela a lo que parece tan manifiestamente real es pura extravagancia” (Cioran, 1973, p. 155).
- De modo que el pensamiento de Cioran hace que la muerte retorne de esa posición de “nada” a la anterior dónde es considerada un “misterio”. Cioran transpone lo misterioso de la muerte y lo convierte en percepción, mientras que la nada que produce es transpuesta a un pensar sobre la muerte; esto último se debe a que le parecía vulgar nihilizar la muerte cuando lo es todo. Tratando así desprenderse, en el fondo, del carácter metafísico de la muerte. Lo metafísico en Cioran debe ser entendido como aquello que “se encuentra más allá de lo físico (…), lo esencialmente inexperimentable, inmutable y, en alguna manera, espiritual” (Brugger, 1969, p. 310).
- Entonces a partir de esto se pregunta si ¿llegaremos por medio del pensamiento a comprender la muerte? No, podremos lograr entender todo salvo la propia muerte. Incluso es posible entender este fenómeno en el otro, salvo en el propio. Esto se debe a que para Cioran (1973):
- En el fondo, cada cual se cree y se siente inmortal, aunque sepa que va a expirar dentro de un instante. Se puede comprender todo, admitir todo, imaginar todo, salvo la propia muerte, aunque se piense en ella sin descanso y se esté resignado. (p. 167)
- De modo que lo que cada cual espera es su muerte, cosa que no podemos comprender, pero sólo sabemos esto cuando esta presente: cuando llega. O en otras palabras cuando ya es tarde para disfrutar de ese gran bien.
2. La paradoja del nacimiento y la muerte: el eje de la existencia
- Cioran invierte la lógica habitual de considerar el nacimiento como un milagro y la muerte como una tragedia. Para él, el verdadero escándalo de la existencia radica en haber nacido, pues este evento inicial condena al ser humano a una vida de sufrimiento, contradicciones y lucha constante contra la insatisfacción. En su obra Del inconveniente de haber nacido (1973), afirma que el sufrimiento no es una anormalidad en la vida, sino su esencia misma. Este planteamiento establece la base para su reflexión sobre la muerte: si vivir es sufrimiento, morir es liberarse de él.
- Es un hecho que nacemos y con el paso del tiempo nos hacemos conscientes de que vamos a morir, pero ese primer acontecimiento analizado desde la óptica de Cioran se convierte más bien en el principal inconveniente de la existencia. Y precisamente con un carácter pesimista inicia uno de los primeros aforismos de Cioran (1973), donde nos revela que:
- No corremos hacia la muerte; huimos de la catástrofe del nacimiento. Nos debatimos como sobrevivientes que tratan de olvidarlo. El miedo a la muerte no es sino la proyección hacia el futuro de otro miedo que se remonta a nuestro primer momento.
Nos repugna, es verdad, considerar el nacimiento una calamidad: ¿acaso no nos han inculcado que se trata del supremo bien y que lo peor se sitúa al final, y no al principio de nuestra carrera? Sin embargo, el mal, el verdadero mal, está detrás, y no delante de nosotros. (p. 8)
- Vemos entonces cómo para que haya muerte debe haber nacimiento, y segundo, antes de hablar concretamente de la muerte debemos abordar el problema del nacimiento porque para Cioran el hecho de nacer es en realidad un mal y se convierte al igual que la muerte, en la principal inquietud que debería agobiar al ser humano. Y esto queda claro cuando Cioran (1973), afirma que la única, la verdadera mala suerte: es nacer. Ya que se remonta a la agresividad, al principio de expansión y de rabia aposentado en los orígenes, en el impulso hacia lo peor.
- Este impulso al que se refiere Cioran ya ha sido profundizado por otros autores. Uno de ellos es Henri Bergson (1859-1941), quien planteó el concepto de «élan vital» (impulso vital) en su obra «La evolución creadora» (1907). Posteriormente, tenemos a Jean-Paul Sartre (1905-1980), quien en «El existencialismo es un humanismo» hizo referencia a este concepto al hablar sobre el primer principio del existencialismo. Dónde afirmaba que “el hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia” (Sartre, 1973, p. 3).
- De modo que el nacimiento es el comienzo de la manifestación de ese impulso al cuál Cioran se refiere. A partir de aquí nos apegamos a una vida dónde el sufrimiento no sería una anormalidad, sino su esencia misma. Este planteamiento establece la base para su reflexión sobre la muerte, pues si vivir es sufrimiento, morir es liberarse de él (Cioran, 1973).
- Por lo tanto, si ésta tuviera algún aspecto negativo, si la muerte fuese percibida como un mal, sería entonces imposible practicarla. Recordemos lo que ya se expresaba en el Fedón, en el cual se establece que “la muerte es un bien, tal vez el mayor de los bienes” (Platón, 2004, p. 8).
- Esta postura resuena con las ideas de otros pensadores como Arthur Schopenhauer (1985), quien consideraba que la vida está impregnada de dolor y frustración, y que la muerte es un alivio de esta carga. Sin embargo, Cioran se distingue por su rechazo tanto de las soluciones metafísicas como de las religiosas, optando por una aproximación cruda y desprovista de consuelo espiritual.
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3. La lucidez como herramienta para enfrentar la muerte
- Un concepto clave en la filosofía de Cioran es la lucidez, entendida como la capacidad de percibir la realidad sin ilusiones ni autoengaños. La lucidez es, para él, tanto una bendición como una maldición. Por un lado, permite al ser humano enfrentar la vida y la muerte con una comprensión clara de su falta de sentido inherente; por otro, esta misma claridad puede conducir a una angustia existencial insoportable.
- La lucidez es esa facultad que obtenemos luego de que se haya manifestado ese temor al futuro, y que nos ofrece la suficiente claridad y capacidad para comprender mejor los problemas de la vida. En tal aspecto el no practicar la muerte de forma voluntaria se debe a un temor hacia el futuro, y ese temor que nos vuelve conscientes provoca que más adelante se termine por desarrollar la disidencia del espíritu y el mundo; comprendida esta culminación bajo el término: Lucidez. O sea que, según Cioran (1973), “El temor vuelve a uno consciente” (p. 85).
- Cabe resaltar que estar consciente no significa estar lúcido. El estar conscientes es un proceso en el cual nos tornamos poseedores de la relación existente entre el Yo y el mundo, mientras que la lucidez sería el fin del proceso de ruptura entre el Yo y el mundo. En tal sentido la lucidez es vivir desengañado, y al respecto de la concepción que tiene Cioran de lucidez, Fernando Savater nos afirma que:
- Es la culminación del proceso de ruptura entre el espíritu y el mundo. La condición esencial de la lucidez es el desgarramiento. El discurso del mundo y el discurso del discurso -el espíritu- se acomoda sin rechinamiento hasta que la lucidez marca la solución de continuidad entre ambos -mejor: marca la discontinuidad entre cada uno de ellos y sí mismo, una vez demostrado que ambos son idénticos. (Savater, 1974, p. 34)
- Para Cioran la vida es una desviación del Ser, por consiguiente, el Ser se encuentra necesariamente en la muerte y, en tal sentido, todo aquel que quiera encontrar su Ser debería suicidarse. Pero al entrar la lucidez en este juego dialéctico lo esencial dentro de ese estado frente a la idea de materializar la muerte por nuestros propios medios es, según Cioran (1973), “Reflexionar sobre aquellos a quienes ya no les queda mucho tiempo, que saben que todo se les ha acabado, salvo el tiempo durante el cual se desarrolla el pensamiento de su fin” (p. 101).
- Esta concepción del suicidio que desarrolla Cioran a lo largo de su obra es parte esencial de su filosofía en lo que respecta al tema de la muerte. Ya que se presenta como la única acción voluntaria que busca una solución ante la catástrofe del nacimiento y la insignificancia de la vida. Surgiendo además ese ideal pesimista de que hay que poseer cierto rechazo hacia la vida, y por tanto hacia el nacimiento.
- Aquel que rechace la vida (como consecuencia lógica del nacimiento) la esta aceptando. No podemos evadir el suicidio, por tanto, debemos tener presente la idea de ese acto, esto es, desear acabar con nuestra vida sin separarnos necesariamente de ella; convivir con ella. De aquí que afirme Cioran (1973), que “vitalidad y rechazo van juntos” (p. 189).
- Dentro de su filosofía, lo que en el fondo persigue Cioran con esto es que lleguemos a alcanzar la lucidez, esto es, concebir la disidencia del espíritu y el mundo; o lo que sería lo mismo: establecer una ruptura entre el Yo y el mundo, cuestionando aquellos principios básicos que rigen la naturaleza de las cosas. El objetivo del estado de lucidez al que Cioran busca que aspire el ser humano no es mas que un vivir desengañado, un existir donde habite de forma plena el ocio y la reflexión.
- De modo que en el contexto de la muerte, la lucidez implica aceptar su inevitabilidad y su carácter natural. Cioran desafía las concepciones tradicionales que atribuyen a la muerte un significado trascendental. En cambio, su enfoque materialista plantea que la muerte es un fenómeno biológico y una conclusión lógica del proceso vital. Como él mismo escribe: “La muerte no es una tragedia, sino la consecuencia más coherente del hecho de haber nacido” (Cioran, 1973).
4. El desapego: una práctica esencial
En su reflexión sobre la muerte, Cioran introduce el concepto de desapego como una forma de prepararse para el final de la existencia. El desapego no es un acto de resignación, sino un ejercicio de liberación mental. Consiste en despojarse de las ataduras emocionales y materiales que nos vinculan a la vida y nos hacen temer a la muerte.
El desapego, según Cioran, permite enfrentar la muerte con serenidad, no desde una perspectiva espiritual, sino desde una comprensión materialista de la existencia. Este concepto tiene resonancias en tradiciones como el budismo, donde el desapego es una práctica central para alcanzar la paz interior. Sin embargo, Cioran lo reinterpreta desde un enfoque puramente filosófico, desvinculado de cualquier dimensión trascendental.
5. Convergencias y divergencias con Epicuro y los estoicos
La perspectiva de Cioran sobre la muerte encuentra paralelismos con la filosofía de Epicuro, quien sostenía que el miedo a la muerte es irracional, ya que “cuando estamos vivos, la muerte no está presente, y cuando llega, ya no estamos para experimentarla”. Ambos autores coinciden en que la muerte no debe ser temida, pero mientras que Epicuro enfatiza la ausencia de sensaciones como un argumento para eliminar el miedo, Cioran ve la muerte como un bien supremo porque pone fin al sufrimiento inherente a la existencia.
Asimismo, los estoicos, con su concepto de serenidad, ofrecen un enfoque complementario. La aceptación estoica de la muerte como parte del orden natural tiene afinidades con la idea de Cioran de enfrentarla con lucidez y desapego. No obstante, mientras los estoicos encuentran consuelo en la racionalidad del cosmos, Cioran se mantiene firme en su rechazo de cualquier forma de consuelo metafísico o teleológico.
Impacto en la psicología y la sociología contemporánea
El pensamiento de Emil Cioran, centrado en la inevitabilidad de la muerte y el sufrimiento inherente a la vida, resuena en la psicología existencial contemporánea. Autores como Irvin D. Yalom han explorado cómo la conciencia de la mortalidad influye en el bienestar psicológico, sugiriendo que enfrentar la muerte con claridad puede ser transformador en términos de autenticidad y significado. En este sentido, el concepto de «lucidez» de Cioran, que invita a aceptar la muerte sin autoengaños, complementa las terapias que buscan empoderar al individuo frente al temor a la finitud. Aunque Yalom enfatiza el potencial positivo de esta aceptación, Cioran se mantiene más crítico y escéptico, lo que permite un diálogo enriquecedor entre ambas perspectivas.
Desde la sociología, Philippe Ariès, en Historia de la muerte en Occidente, identifica cómo las actitudes hacia la muerte han evolucionado con los cambios culturales e históricos. Mientras que Ariès documenta un progresivo alejamiento del hombre contemporáneo de la muerte como parte integrada de la vida, la filosofía de Cioran contrasta al devolverle su centralidad como fenómeno ineludible. En un mundo que busca evadir la muerte a través de avances tecnológicos y discursos de inmortalidad, Cioran ofrece una voz disidente que nos invita a reconectar con nuestra finitud. Este enfoque tiene implicaciones sociales, ya que desafía las narrativas modernas que prometen trascendencia tecnológica, subrayando la importancia de aceptar nuestra condición humana.
Las tradiciones religiosas, como el cristianismo, el islam y el hinduismo, abordan la muerte desde una perspectiva de trascendencia. En el cristianismo, la muerte se considera una transición hacia la vida eterna, donde el alma alcanza su destino final en el cielo, el purgatorio o el infierno. El islam comparte esta visión, enfatizando el Juicio Final como un evento crucial que define la recompensa o el castigo eterno. Por otro lado, en el hinduismo, la muerte no es el fin, sino una etapa en el ciclo de renacimientos conocido como samsara. En marcado contraste, la filosofía de Cioran rechaza estas interpretaciones, posicionando la muerte como un fenómeno definitivo y puramente biológico, desprovisto de significado trascendental.
Desde la perspectiva científica, la muerte se entiende como el cese de la actividad biológica, definido por parámetros clínicos como el cese irreversible de las funciones cerebrales. Esta visión médica contrasta con los enfoques metafísicos y espirituales al enfocarse exclusivamente en los aspectos materiales de la existencia. Sin embargo, incluso dentro del marco científico, surgen preguntas éticas y filosóficas relacionadas con la muerte, como la eutanasia y la prolongación artificial de la vida. Cioran, en su crítica al prolongamiento innecesario del sufrimiento, resuena en cierto modo con las reflexiones bioéticas modernas, al abogar por una aceptación serena del fin natural de la existencia.
Finalmente, en el marco de la psicología contemporánea, se ha investigado el impacto del miedo a la muerte en la salud mental, destacando teorías como la de la «Gestión del Terror» (Terror Management Theory), que plantea que la angustia ante la muerte motiva muchas de nuestras acciones y creencias. Este enfoque psicológico encuentra un contrapunto en Cioran, quien propone enfrentar la muerte con lucidez y desapego, en lugar de construir narrativas que mitiguen el miedo. Así, mientras las religiones y la psicología buscan consuelo o adaptación, Cioran invita a una confrontación directa con la realidad de nuestra finitud.
6. Relevancia contemporánea de la filosofía de Cioran
En un mundo donde la muerte sigue siendo un tema tabú, la filosofía de Cioran ofrece una perspectiva desafiante pero necesaria. Su rechazo a las ilusiones reconfortantes invita a una reflexión honesta sobre nuestra finitud y nos anima a valorar cada momento de la existencia. En un contexto cultural donde el miedo a la muerte es exacerbado por avances tecnológicos y discursos de inmortalidad, Cioran nos recuerda la importancia de aceptar nuestra condición humana y vivir con una conciencia plena de nuestra mortalidad.
Conclusiones: Conclusión
La reflexión de Emil Cioran sobre la muerte ofrece una alternativa filosófica singular y desafiante, especialmente al compararla con otras visiones filosóficas y religiosas. En contraste con Epicuro, quien minimiza el temor a la muerte al considerarla una ausencia de sensaciones, Cioran eleva su importancia como una liberación del sufrimiento existencial. A diferencia de los estoicos, que promueven la aceptación racional de la muerte como parte del orden natural, Cioran no busca consuelo en la armonía del cosmos, sino que se centra en la cruda realidad de la existencia material.
Desde una perspectiva religiosa, Cioran se distancia completamente de las tradiciones que ven la muerte como un paso hacia una vida trascendental. Para las religiones abrahámicas como el cristianismo, la muerte puede interpretarse como el inicio de una nueva vida en un plano espiritual. En cambio, para Cioran, la muerte es definitiva y carece de cualquier significado trascendente. Este enfoque materialista desafía las estructuras tradicionales que buscan consuelo en la inmortalidad del alma o en la promesa de una vida después de la muerte.
En el budismo, el desapego es un camino hacia la iluminación, mientras que en la perspectiva de Cioran, el desapego es una herramienta para enfrentar con serenidad la futilidad de la existencia. Aunque ambos comparten el rechazo a las ataduras materiales y emocionales, el budismo lo hace con el fin de trascender el ciclo de renacimientos, mientras que Cioran lo plantea como una aceptación lúcida de nuestra condición mortal.
Finalmente, la propuesta de Cioran destaca por su insistencia en la lucidez. A diferencia de los enfoques que suavizan la experiencia de la muerte mediante narrativas esperanzadoras, su filosofía invita a enfrentarla con una claridad desprovista de ilusiones. Este enfoque no busca mitigar el dolor, sino reconocerlo como parte integral de la vida y, al mismo tiempo, encontrar en la muerte una liberación final.
En un mundo contemporáneo que oscila entre el tabú de la muerte y los discursos de inmortalidad tecnológica, la reflexión de Cioran ofrece una perspectiva refrescante y radical. Su invitación a aceptar la vida y la muerte como fenómenos inseparables de la condición humana es un recordatorio poderoso de que, al reconocer nuestra finitud, podemos vivir con mayor autenticidad, desapego y serenidad.
Referencias:
Cioran, E. M. (1973). Del inconveniente de haber nacido. Madrid: Taurus.
(Base central del artículo y eje de sus reflexiones sobre el nacimiento y la muerte).
- Cioran, E. M. (1934). En las cimas de la desesperación. Madrid: Tusquets.
(Exploración profunda de la inutilidad de la existencia y el rol de la muerte).
- Cioran, E. M. (1995). El ocaso del pensamiento. Madrid: Tusquets.
(Afina sus reflexiones sobre la lucidez y el sufrimiento en la existencia humana).
- Cioran, E. M. (1992). Ejercicios de admiración y otros textos. Madrid: Tusquets.
(Aportación final a su visión escéptica sobre la vida y la muerte).
Filosofía Clásica
- Epicuro. (s.f.). Carta a Meneceo. En Obras completas. Madrid: Gredos.
(Fundamental para el análisis del miedo a la muerte, clave en la comparación con Cioran).
- Platón. (2004). Fedón. Bogota, Colombia: Panamerica editorial Ldta.
(Origen de la idea de la filosofía como preparación para la muerte). - Filosofía Contemporánea y Crítica
- Schopenhauer, A. (1985). El mundo como voluntad y representación: Vol. I–IV. Ediciones Orbis, S.A.
(Influencia directa en el pesimismo de Cioran sobre la vida y la muerte).
- Nietzsche, F. (1882). La gaya ciencia. Madrid: Akal.
(Contraargumento al optimismo existencialista y la valoración de la vida). - Bergson, H. (1907). La evolución creadora. Madrid: Aguilar
- Sartre, J. (1973). El existencialismo es un humanismo. Sur, Buenos Aires. https://www.ucm.es/data/cont/docs/241-2015-06-16-Sartre%20%20El_existencialismo_es_un_humanismo.pdf
Religión y Espiritualidad
- Buda. (s.f.). Dhammapada. Madrid: Ediciones Siruela.
(Paralelismos con el desapego propuesto por Cioran).
Psicología y Antropología
- Becker, E. (1973). The Denial of Death. New York: Free Press.
(Análisis del miedo cultural a la muerte y su relevancia contemporánea).
Fuentes secundarias
- Savater, F. (1974). Ensayo Sobre Cioran. Madrid: Taurus. (Análisis del miedo cultural a la muerte y su relevancia contemporánea).
- Brugger, W. (1969). Diccionario de filosofía (Sexta ed., Vol. 1). (J. M. Cantarell, Trad.) Barcelona: editorial herder.