Ramón

Hablaba de la relación entre el Estado y el panegírico. Hemos visto que las cuestiones relativas a la muerte están muy relacionadas con las religiones. Entonces, debe haber —creo yo— una relación entre la cultura dominante que se impone y ciertas prácticas que, aunque las veamos como culturales, tienen un componente muchas veces inducido.

Frecuentemente hacemos cosas o decimos cosas que vienen de la Iglesia, o de alguna figura de autoridad, pero que forman parte de todo un discurso —como sucede en las dictaduras— que prepara una forma específica de hacer que las personas crean en algo.

Hay un cuento famoso de una señora cuyo hijo murió en un accidente. Le preguntaron qué lo había matado, y ella respondió: «Ay, no, gracias a Dios que no fue un camión, fue un cepillo» (refiriéndose al tipo de vehículo). Es decir, hay una tendencia a suavizar el hecho después de que la persona muere. Y muchas veces —incluso cuando hubo disputas entre vecinos— se produce un recogimiento, una especie de solidaridad espontánea.

El caso de Camaño, que usted mencionaba, creo que es ilustrativo. Camaño se inmortalizó en Caracoles, independientemente de su trayectoria y de su condición. Yo creo que, si hubiese trascendido con vida, lo hubieran asesinado de otro modo. Pero ya no lo podían matar ahí. Su muerte lo convirtió en símbolo, como en el caso de Jesucristo.

Usted hablaba de los héroes, y me llamó poderosamente la atención una experiencia que tuve —disculpe que me extienda un poco—: fui al Museo del Hombre Dominicano, en la Plaza de la Cultura, y vi dos personajes presentados como presidentes de la República, cuando en realidad fueron traidores a la patria. No sé por qué se permite eso. ¿Quién dispuso esa situación?

Estoy de acuerdo con usted: debemos resaltar nuestras figuras históricas, porque hoy en día hay un intento por cambiar la historia. Inclusive, hay mucho dinero involucrado en eso. Ese dinero que se utilizó desde los Estados Unidos tuvo también ese propósito: distorsionar el relato histórico.

No se está planteando desde una perspectiva centrada en el protagonismo de la revolución. Entre Rusia y Ucrania, por ejemplo, así como hubo héroes, también hubo traidores. Y hoy se quiere revertir todo, como ocurrió en Canadá, donde un criminal de guerra fue ovacionado en el Congreso.
Por eso creo que nosotros, como dominicanos, debemos mantener vivas nuestras figuras históricas. Gracias.