Martin Astacio

Prof. Martín Astacio

Cuando uno habla —o escucha hablar— de dignidad humana, de satisfacer las necesidades de los pobres, de los enfermos, de los caídos, lo que se está buscando, en el fondo, es rescatar lo que llamamos la vida.
Aquí, cuando hablamos del panegírico, estamos resaltando el sentido de la muerte, y cómo la misma muerte también nos juega una doble partida. Porque cuando uno busca el sentido de la muerte —por lo que estamos viendo acá—, se trata de un discurso en vivo sobre los valores. Es decir, un discurso sobre los valores del difunto.
Si ese difunto, realmente, con su muerte está dándole vida a la patria, a los demás, a la familia, entonces, al final, no se está celebrando, en ningún caso, una derrota —ni siquiera en el panegírico—, sino que lo que se celebra es la lucha por el sentido de vivir que todos compartimos.

En el discurso griego es curioso ver cómo existen las llamadas hazañas heroicas. En los relatos de Homero, Hesíodo, Heródoto, existen epopeyas y poemas épicos que exaltan los orígenes de Grecia. Pero Platón los rechaza de plano en La República. De alguna manera, señala que los poetas nos presentan dioses viciosos y héroes viciosos, que se quejan ante la muerte, que son propensos a placeres que no corresponden con los valores éticos que él busca presentar en su propuesta filosófica.

Lo novedoso para mí de este otro discurso —que creo se llama el Menéxeno— es que no se resalta la historia mítica de los orígenes de Grecia, sino que se habla de los muertos de la guerra del Peloponeso y de las guerras médicas. Aquí lo que se exalta es la lucha de Atenas contra los persas y contra los espartanos. Y, sin embargo, siguen siendo heroísmos. No creo que sean menos heroicos que los que se narran en los relatos más antiguos; la diferencia está en el manejo del discurso.

Porque si Homero y Hesíodo manejaron un discurso centrado en la victoria, en la gloria y en el alarde del guerrero, este nuevo discurso —el de Platón— exalta valores distintos: los de la compasión, la libertad, la justicia.
Son temas que constantemente se trabajan en esta nueva narrativa. Y lo que yo logro advertir es que, al final, la muerte misma se convierte en un discurso por la vida, en un discurso por el bien de la nación, en una ética que se afirma de frente, en oposición a otro tipo de discurso, presente en su época, pero que, de alguna manera, no fue acogido por los filósofos del momento.