Lusitania Martínez

 Prof. Lusitania Martínez

En relación a eso —y aclaro que no me voy a encargar de ese tema ahora—, sería bueno tener una idea, como la tienen ustedes, sobre los 25 diálogos de Platón; o, por lo pronto, sobre 10 de ellos, para darse cuenta de cómo uno puede deducir cuál es el papel que realmente tienen las mujeres en los diálogos platónicos.

Porque muchas veces se cree que, porque Sócrates —o Platón, digamos— utiliza a Diotima para plantear su discurso sobre el amor, los diálogos de Platón son feministas, solo por incluir a mujeres. Sin embargo, hay muchas contradicciones a lo largo de su obra que señalan más bien el papel secundario de las mujeres, como en el caso de Aspasia, sobre todo.

Por ejemplo, en *El Banquete* —del que se supone que voy a hablar la próxima vez; puse nervioso a alguien cuando lo mencioné \[risas]—, hay elementos femeninos porque las mujeres son el cruce, el punto de partida. Sin embargo, según la teoría de Platón, las mujeres no alcanzan la sabiduría. En *La República* ocupan un lugar en el Estado, y aun así se las considera parte del bien común, lo cual puede ser interpretado como una forma de opresión, no como un reconocimiento genuino. Pero eso lo discutiremos más adelante.

Lo que quiero tratar ahora es el panegírico. Yo tengo la impresión de que, cuando alguien muere, se acentúan sus virtudes. Heidegger decía que en el muerto está encerrada ya toda su biografía. Probablemente se deba a eso, a que la muerte fija un punto desde el cual se habla retrospectivamente de su vida.

Y Sócrates plantea —porque su tesis es, al menos en *El Banquete*— que filosofar es aprender a morir. Pero no a morir de cualquier manera, sino a morir haciendo el bien. ¿Cuál es ese bien? La inmortalidad del alma. Y esa inmortalidad se logra a través de actos nobles. Según Diotima, el alma tiene un deseo erótico por la inmortalidad. En *El Banquete* se plantea un recorrido que inicia en el amor por los cuerpos y progresa hacia el alma: ese sería el verdadero amor, el amor filosófico.

Entonces, planteo lo de la exageración de las virtudes porque, aunque Flete habló de las virtudes del patriota y en algún momento mencionó que la familia se prepara para exaltarse, yo veo más bien lo contrario: que se reposa en el difunto, en exagerar su figura. Incluso he asistido —aunque trato de no ir a funerarias— y he oído alabanzas de determinados difuntos que están muy lejos de la realidad. Por eso le pido a Alejandro que sea quien haga mi panegírico, para que exagere un poco \[risas] y embellezca mi biografía.

Pero lo que quería recalcar era eso: que la tesis socrática acerca de la muerte es que uno aprende a morir filosofando. Esa serenidad ante ese evento, que es el único enigma. Borges decía que al menos era chévere, porque uno iba —supuestamente— a saber en qué consistía. Parece que él creía en eso de la separación del alma y del cuerpo, que no era del todo ateo. Porque, por otro lado, también se dice que la muerte es chévere porque es cuando uno no es… y no es cuando uno está vivo.

Eso era lo que quería decir: el discurso de la ética no es un discurso por la muerte, sino un discurso por la vida.