Prof. Eulogio Silverio
Bueno, no es propiamente una aclaración, pero Flete, como dicen por ahí, «me tiró al medio». Era una conversación entre los dos y él me tiró a la calle ahora, así que debo aclarar que lo que yo le dije… esa aclaración se la hago porque lo que yo le dije fue que esa mujer debió ser importante para ser la esposa de una figura como ese señor, como ese gobernante.
Porque si fuera verdad que era simplemente una prostituta, no aparecería ni en la historia, ni habría sido su esposa.
Eso por un lado. El otro asunto es sobre el discurso fúnebre. Ustedes saben que, sin querer, la familia lo involucra a uno en esas cuestiones. Suponen que uno sabe —o sabrá— algo más que ellos. No sé.
A mí me ha tocado, sobre todo con la familia de Fátima, en Constanza, que cuando se moría alguien me decían: «Escríbete algo». Entonces uno se ve obligado a conocer ciertas cosas para poder escribir algo que realmente reivindique un poco la figura del muerto, del héroe en este caso, pero que también le dé tranquilidad a la familia.
O sea, yo me ocupo, cuando escribo —y lo he tenido que hacer ya—, de que, aunque yo no esté presente, me mandan el texto, me dicen: «Escríbete algo para fulano», y otro lo lee. Naturalmente, yo no lo leo. Se lo doy a un familiar que pueda leerlo y causar las emociones.

Sin embargo, me he dado cuenta de que uno logra ese propósito con el discurso, con las palabras dichas en la iglesia, en ese momento. Ya las dicen ahí. Y yo he logrado manejar las emociones de tal forma que, finalmente, la familia termina considerando que, de alguna manera, era lo que tenía que pasar, y que vamos a estar mejor.
He usado el recurso de decir, ya en varias ocasiones: «Si están de acuerdo con que ha vivido bien, vamos a despedirlo con un aplauso». Y eso como que relaja un poco. La familia se siente bien al ver que su muerto fue despedido con alegría, ya que no hay nada más que hacer.

Eso era lo que quería compartir: simplemente esa experiencia con el discurso fúnebre, que no es solo para héroes, sino para gente del campo que ha vivido bien y que merece que los demás sepan lo que hicieron, sobre todo su compromiso con la familia y cómo esta se ocupó de ellos en sus momentos finales.
Mencionarlos por su nombre… eso uno lo aprende ahí. Pero también se aprende en lo que se llama la elaboración del duelo, que en las clínicas de cuidados paliativos se trabaja mucho. Ese elemento de trabajar con la familia la elaboración del duelo, tanto antes de la muerte del familiar —si la enfermedad es prolongada—, como después, porque queda un duelo tan terrible que, si no hay un profesional que lo ayude a salir de eso, mucha gente se mete en un bucle.