Para el poeta León David, este es el diálogo de Platón más humorístico, literario, de fina escritura, de exquisito estilo y altamente comprometido con la divinidad y la inspiración.
Hablar de Platón siempre es fascinante. Platón es arte. Platón es excelsa escritura. Pero lo que más me impresiona de su obra, en aporte, extensión y volumen, es el embellecimiento que imprime a la filosofía mediante la utilización del diálogo como modo de expresión y de la potencia literaria del mito.
Con estas profundas palabras inició el Premio Nacional de Literatura (2020), el poeta, ensayista, crítico de arte y académico, José Jiménez Sabater (León David), su conversatorio en El Banquete, un encuentro que organiza cada fin de mes la Escuela de Filosofía de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), dirigida por el profesor Eulogio Silverio.
En «Ion o de la Poesía», título de su ponencia, León David destacó que este es uno de los diálogos más breves, frescos, graciosos, humorísticos, vivos, sencillos y literarios de Platón, ya que en éste convergen, como parte de la condición humana, tres aspectos fundamentales: el diálogo, el mito y la creación poética.
El diálogo, enfatizó el académico titular de la UASD, implica una visión, una perspectiva de la manera como pensaba Platón. El cuidadoso filósofo no escribía diálogos de forma fortuita, aleatoria o accidental; había un gran propósito en manifestar su punto de vista, lo que hoy llamamos su ideología, pues se dirigía a una sociedad iletrada, vivaz, parlera, locuaz, que se semejaba a su ambiente, clima y territorio. “No es lo mismo discutir a la luz mediterránea de Grecia, que hacerlo en la nebulosa Alemania o en la brumosa Inglaterra. Era una sociedad donde todo se debatía oralmente y esa característica, la oralidad, es la que logra rescatar Platón. Era su manera de retratar, a través de la escritura, la realidad de la sociedad ateniense”.
Decía, prosiguió con la pausa propia del buen orador, que en Platón nada era fortuito, porque siguiendo sólo dos personajes, el ingenuo y vanidoso Ion y Sócrates, que todo lo hacía hablado, porque nunca escribió nada, supo rescatar preguntas y respuestas que hoy forman, sin temor alguno, su dialéctica filosófica.
Además, León David consideró que el diálogo, desde el punto de vista cognoscitivo, gnoseológico, no es sólo pensamiento aislado, sino encarnado, por lo que es fácil percibir que al emplearlo como género los personajes adquieran vidas propias, características peculiares. “Se manifiestan, se desenlazan y, entonces, todo se amarra y el que escucha o lee quiere seguir buscando, sumergiéndose, hundiéndose en los problemas que sienten y discuten esos personajes”.
En cuanto al mito, el también dramaturgo señaló que éste es una base común de la sociedad religiosa, politeísta griega. Forma parte del suelo y de la arcilla con que se podía decir diferentes cosas. Todos los griegos estaban en conocimiento de su mitología, de sus dioses y de lo que es la vida trascendental y espiritual, pero Platón estaba en control de la potencia literaria del mito, porque no es únicamente el orden religioso, sino también el aspecto de fábula, que él usaba muy bien para escribir con estilo, para decir cosas hermosas. “Aunque hay que entender que la época de Platón era la época de la transición de los místicos a los sofistas, que convirtieron la mitología en algo, más bien, metafórico, alegórico, cómico y el filósofo no escapó de esa tensión”.
Sin embargo, aclaró que más allá de estas transiciones y tensiones, Platón los utilizó a su antojo, cuando le eran útiles para argumentar y crear a partir de una composición mística, trayendo a la memoria los eternos problemas de los hombres, las eternas preguntas y respuestas que dan sentido y contenido a la oda existencial, como bien apunta el filósofo español Emilio Lledó: “Los mitos flotan sin amarras en el mar del lenguaje platónico, no hay nadie que pueda monopolizar su interpretación ni en consecuencia nadie que pueda obligar a un acto de sumisión frente a unos administradores de la supuesta verdad que encierran. Los mitos no tienen verdad ni la pretenden, son bloques de ideologías que ningún griego se atrevió a utilizar exclusivamente, por eso, su verdad consistió en su maravillosa expresión de libertad, una ideología suelta sin que pudiera imponerse por la fuerza, no era más que un estímulo para la inteligencia, era una fuente de sugerencia que presagiaba aquellas palabras de Kant, en el prólogo a la primera edición de su Crítica de la razón pura”.
“La mente humana tiene un destino singular, en un género de conocimiento es aislada por cuestiones que no sabe evitar porque le son impuestas por su misma naturaleza, pero a las que tampoco puede responder porque sobrepasan totalmente el poder de esa mente”
Entonces, estas cuestiones inevitables: destino, muerte, amor, felicidad, justicia, se entretejen en la materia de los mitos y no hay ciencia que pueda levantar ante ellas la ceñida lectura de una semántica que, como la vida, es inagotable.
Ahora bien, para un amante y tejedor de prosas como León David, diálogo y mito brindan a Platón la revelación o nudo inspiracional para encontrar lo que él cataloga como el tercer aspecto de su planteamiento: la creación poética. Diálogo y mitología es la forma de sentir de Platón. Es un camino, un sendero, empalmado por su bella escritura. Fíjense, que Ion siempre nos remite a Homero, que está inspirado por las musas, por la divinidad, que escogen al poeta para cantar, encantar, hermosear y hasta enredar la realidad humana.
Ante todo esto, manifestó el laureado poeta nuestro, hay que seguir discutiendo temas que están ahí y que son siempre de actualidad. Por ejemplo, “si a la creación artística le quitamos la vestidura mística, el endiosamiento, se podría llegar a la inspiración, esa inspiración sobre la que se debate y se alude a los mecanismos del inconsciente. Aquí la cuestión, la perenne cuestión: ¿Qué parte hay de razón, de pensamiento, de preparación intelectual en el arte, en el arte en sentido general? ¿Qué parte obedece a esas fuerzas ocultas, sumergidas, que tenemos todos? ¿Cuál es la participación de cada uno de estos elementos o factores en la belleza de la expresión poética?”
Bueno, reflexionó detenidamente, muchas preguntas sin respuestas. Yo no las tengo, me imagino que ustedes tampoco. No obstante, en lo que todos estamos de acuerdo es que Platón sí se dejó seducir por las musas, la espiritualidad, el mito, la inspiración, los dioses, para adquirir una trascendencia única. Era un artista de la palabra, de una gran virtuosidad verbal, encarnaba, y aún encarna, la poética de Grecia. En él habitaba un elemento de arte totalmente original y genuino.
Reitero, entonces, sin ambigüedades: “Platón todo, completo, es arte. Su obra, en conjunto, no se puede explicar con una simple doctrina, por tanto, no es lo mismo leer a Platón que leer a Aristóteles (sin desmeritar a Aristóteles)”, bromeó, impregnando con su sabiduría plena, con su humor irónico e inteligente a todos los asistentes.
Asistencia que estuvo dignamente representada por intelectuales, filósofos, artistas, ensayistas y miembros de diferentes escuelas de la UASD, entre los que se distinguen el Decano de la Facultad de Humanidades, doctor Geraldo Roa; el director de la Escuela de Filosofía, profesor Eulogio Silverio; el Decano y el Vicedecano de la Facultad de Ciencias, José Ferreira y Franklin Suzaña; y los académicos Alejandro Arvelo, Mario Bonetti, Rafael Morla, Julio Minaya, Lusitania Martínez, Clara Benedito, William Mejía Chalas, Diógenes Saviñón y Edwin Santana, entre otras personalidades.