El pasado 25 de noviembre se conmemoró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. La efeméride es relevante, dada la alta incidencia de agresiones, incluyendo feminicidios, que se producen en el mundo, la región y en la República Dominicana. Por solo mencionar una estadística, en el año 2022 se produjeron en el país 99 muertes violentas de mujeres, la mayoría de ellas a manos de sus parejas o exparejas.
A esta desgracia se suman las víctimas fatales de la delincuencia común, el enfrentamiento entre individuos y los conflictos armados. Se trata de acciones que contrastan con los avances científicos, las mejoras del sistema legal y la proliferación de diversos medios para la comunicación. ¿Cómo entender entonces el fenómeno de la violencia entre humanos?
Tal como hemos afirmado en cápsulas anteriores, el humano actual resulta de una naturaleza dual: biología y cultura. Indaguemos en estas fuentes para entender el comportamiento violento en nuestra especie:
Aspecto biológico de la violencia: El legado genético de nuestros ancestros, cuyos conflictos generaban alta letalidad, puede ser rastreado a través de la evolución del cerebro humano en la que se reflejan tres etapas principales: reptiliano, límbico y neocórtex. El primero se encarga de las funciones más básicas y el segundo de regular las respuestas fisiológicas y emocionales. El cerebro límbico tiene particular importancia para entender el problema de la violencia, dado que es en la amígdala, uno de sus órganos principales, donde se produce el control de las emociones, la ansiedad y el miedo, que a su vez desencadenan las reacciones de atacar o huir ante una amenaza.
La corteza cerebral, etapa más reciente en la evolución del cerebro, es la responsable de las funciones cognitivas superiores, como el pensamiento abstracto, el lenguaje y la toma de decisiones. El creciente desarrollo de las zonas corticales, principalmente del lóbulo frontal, han mejorado el control emocional, la comunicación entre las personas y han ido sustituyendo las reacciones instintivas por otras más racionales y menos violentas.
Sin dudas hemos avanzado en civilidad y en la resolución de conflictos por medios no violentos. Este progreso, sin embargo, resulta insuficiente. Aspiramos a un mundo liberado del lastre de la violencia, con su secuela de dolor y sufrimiento. (Continuaremos).