Platón cuenta la historia de la muchacha tracia que se río de Tales de Mileto, porque, embebido en la consideración de las cosas supraterrenas, se cayó en un hoyo, haciendo una inelegante figura. Queriendo enseñar a los hombres lo más sublime, no vio lo que tenía ante los pies. ¿Un aurgurio para toda la raza de los filósofos? La verdad es que no le faltó a Tales el sentido práctico: dirigió en Mileto una escuela de náutica, construyó un canal para desviar las aguas del Halis y dió muy acertados consejos políticos. (J. Hirschberger, Historia de la Filosofía I, Herder, 1965, 46).